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Cinco personas vestidas de manera formal posan en diferentes escenarios, cada una en una franja vertical separada.
OPINIÓN

Cortinas de humo, distracción y descomposición: la estrategia desesperada del PSOE

Por Javier García Isac

Hay momentos en los que el poder, acorralado por la realidad, se comporta como un animal herido: da zarpazos al aire, inventa enemigos invisibles, agita el espantajo del pasado y trata de ensuciarlo todo para que nada se distinga. Eso es exactamente lo que estamos viendo con el Partido Socialista, con Pedro Sánchez a la cabeza, y su maquinaria de propaganda convertida en cortina de humo constante. Un PSOE en descomposición que, ante la avalancha de escándalos de corrupción que lo rodean, ha optado por enfangar el terreno político y confundir a la opinión pública.

El manual es simple y repugnante: ante cualquier nueva información sobre sus escándalos, desvían la atención hacia el conflicto en Gaza, el enfrentamiento entre Rusia y Ucrania o, en su defecto, echan mano de Franco. Sí, Franco. El PSOE, que lleva más de cuarenta años gobernando las cloacas del Estado, sigue utilizando al General como salvavidas cada vez que se ahogan en su propia miseria. Ya ni disimulan. Si no es Franco, es Trump y sus aranceles. Si no es Trump, es Vox y el “auge de la extrema derecha”. Lo importante no es la verdad, sino tener siempre una coartada, un relato alternativo con el que tapar sus propias vergüenzas.

Pero la realidad es tozuda. Y lo que se está conociendo en las últimas semanas tiene un denominador común: el PSOE se ha convertido en una auténtica organización criminal, una mafia política que utiliza el poder para saquear, colocar, tapar y proteger a los suyos.

Ahí está el escándalo de Leire Díez Castro, apodada ya como “la fontanera de Ferraz”, mujer clave en la cocina sucia del sanchismo. Una operadora del poder con vínculos directos con Santos Cerdán, encargada —según revelaciones de El Confidencial— de tejer estrategias para desacreditar nada menos que a la UCO, la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil. ¿El objetivo? Ensuciar la imagen del teniente coronel Antonio Balas, responsable de investigar los contratos y adjudicaciones que afectan al entorno de Pedro Sánchez. Si los informes de la UCO no pueden ser desmontados con pruebas, se intenta destruir a quien los firma. Esa es la lógica mafiosa que rige ahora mismo en la calle Ferraz.

No olvidemos que Santos Cerdán, mano derecha de Sánchez, ya ha sido salpicado por chats filtrados en los que se habla sin tapujos de adjudicaciones, comisiones, contactos y favores. La corrupción no es anecdótica, es estructural. Lo de Cerdán no es un caso aislado, es el retrato perfecto del socialismo actual: mediocridad, codicia y absoluto desprecio por la legalidad.

A esto hay que sumar el escándalo de las adjudicaciones públicas en Navarra, la región que vio nacer políticamente a Cerdán. Allí, como en otras partes de España, las sospechas de contratos amañados y favores a empresarios afines ya no son rumores, sino indicios más que suficientes para que la justicia actúe, si la justicia no estuviera también cercada por el sanchismo.

Y en Extremadura hemos sido testigos de otra maniobra indecente: Miguel Ángel Gallardo, presidente de la Diputación de Badajoz, ha conseguido ser aforado de forma exprés. ¿Cómo? Colándose en el Parlamento regional tras hacer que cinco compañeros renuncien a su escaño para dejarle vía libre. ¿El objetivo? Protegerse judicialmente. Gallardo, no lo olvidemos, es el hombre que colocó a David Sánchez, hermano del presidente, en un puesto fantasma por el que ahora está imputado por malversación y prevaricación. Es el sanchismo en estado puro: colocar, proteger y aforar. Gallardo dimite de presidente de la diputación, pero se queda con el aforamiento.

Todo este lodazal tiene un patrón común: corrupción, manipulación institucional y estrategia de distracción. Y para ello, el PSOE recurre siempre al mismo guion: internacionalizar el discurso, señalar a enemigos externos o resucitar a Franco. Como si el conflicto en Gaza justificara que Begoña Gómez tenga una cátedra fantasma. Como si lo que diga Donald Trump tuviera algo que ver con las comisiones que aparecen en los móviles de Koldo García o Víctor de Aldama. Como si la Segunda Guerra Mundial se hubiera librado para que David Sánchez heredara un palacete en Elvas sin vivir en él.

El PSOE se ha convertido en un peligro para la democracia, para la transparencia, para la libertad de prensa y para el sentido común. No son errores aislados, no son escándalos separados. Es un sistema: una estructura montada para proteger a Pedro Sánchez, su familia y sus cómplices, mientras destruyen cualquier atisbo de control institucional. El Estado al servicio del partido, y el partido al servicio de un caudillo de laboratorio.

En su desesperación, intentan arrastrarnos a todos al fango. Pero lo que hay que dejar claro es que el único que está hundido en el barro hasta el cuello es el PSOE. Un PSOE que ya no da explicaciones, solo excusas. Que ya no gobierna, solo se protege. Y que ya no representa a nadie, salvo a su red clientelar.

El tiempo del relato ha terminado. Ahora es el tiempo de las pruebas, de los autos judiciales, de las imputaciones y del castigo político. Por mucho que griten “Franco”, Gaza o Ucrania, lo que de verdad preocupa a los españoles es cómo se han forrado los amigos del presidente mientras ellos pagan la cesta más cara de la historia.

Y esa verdad ya no se puede tapar. Ni con banderas extranjeras, ni con fantasmas del pasado.

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