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Un hombre en traje oscuro con corbata verde habla frente a un micrófono con un fondo azul que tiene el texto "Universidad de calidad".
OPINIÓN

'Chiringuitos universitarios' frente al camino de servidumbre

Por Ángel Manuel García Carmona

Este lunes, los españoles tuvimos conocimiento, por medio de la prensa, de que el presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, anunció una serie de acciones "estratégicas" para limitar la creación y operación de las universidades privadas, es decir, de aquellas cuya financiación y gestión no dependen directamente de ninguna de las capas del Estado.

Esto me preocupa por varias razones. La primera, evidentemente, es la enésima evidencia de que se está avanzando en la consecución del camino de servidumbre. No hay grilletes ni tanques fácilmente visibles, pero ya dijo Friedrich August von Hayek que el totalitarismo podría presentarse de una manera fascinante en muchos países del mundo.

El más ingenuo, lato sensu, podría ingerir, desde el desconocimiento, la idea según la cual en esos centros hay "chiringuitos" establecidos donde "se regalan títulos universitarios" (la idea de mito es que se paga por un título de varias unidades de millar al año para obtener un título de grado o de máster).

Sí, del mismo modo que, desde el desconocimiento económico y la correspondiente atemorización propagandística, se intenta hacer creer que el pago de muchos menos impuestos devendría en un apocalipsis insalubre o que la igualdad económica reduce la pobreza en vez de extenderla.

De hecho, cualquiera sabe (mejor dicho, debería) que el partido que gobierna en régimen dictatorial posmoderno el país ha tenido un fin de semana bastante totalitario, pues también se ha llegado a vociferar, con la correspondiente autorización, que hay que acabar con ese elemento del Derecho romano y pilar occidental conocido como presunción de inocencia.

Ergo, claramente, como ante otras circunstancias, se está tratando de imponer un relato falso que pueda causar preocupación o miedo y facilite la opresión educativa. Hay un gran interés en hacer de la libertad educativa algo quimérico e irrealizable, y es que el socialismo no quiere ni que reces ni que pienses libremente.

No obstante, es de justicia reconocer otra clase de preocupaciones que no necesariamente tienen que interpretarse como una exposición de sentimentalismo personal egoísta, si bien es cierto que parten de mi experiencia, de lo que es parte de mi compromiso de santificación del trabajo para con Dios.

Pese a que el Estado nos obliga a pagar, por medio de impuestos confiscatorios, ciertos servicios universitarios, de modo que nos deje menos margen dinerario, he tenido la posibilidad de confiar en una institución educativa para realizar una tesis doctoral de modo que mis conocimientos sobre Inteligencia Artificial estén aumentando bajo el contraste.

Pero no toda mi relación con la educación universitaria se da en calidad de cliente, sino también como empleado partícipe de la cartera de servicios de la misma. En mi caso, compaginándolo con mi desempeño en una consultora informática, de modo que, aparte de otras cuestiones, contribuyo a la conexión entre la empresa y la universidad.

Quien me conoce sabe que libertades concretas como la de cátedra, la de pensamiento, la de elección y de expresión forman parte de mis máximas de conciencia (uno ha de obrar en conformidad con la misma, y no necesariamente ante los dilemas que puedan estar relacionados con la bioética).

Evidentemente, me interesa que mis alumnos estén mejor preparados para convivir con los nuevos desarrollos digitales (el prompting de la Inteligencia Artificial, la programación en lenguaje de alto nivel para analizar datos, el acceso a amplias bases de datos, la consolidación de los activos digitales, el desarrollo del blockchain, y así, un largo etcétera).

Pero uno fomenta que tengan una base que les abra puertas a ampliar conocimientos y habilidades aparte de prepararles mejor para cualquier futura situación emprendedora o investigadora. Además, se exploran las ventajas de la lógica-abstracta, aunque sea con procesamiento de lenguaje natural, para pensar más y mejor.

Al mismo tiempo, uno, amparado por esas libertades concretas que proceden del Derecho natural (muy distinto al iuspositivismo artificial que edulcora, en el sentido terminológico, la coacción sobre los individuos), no se niega a desafiar la dictadura del relativismo de la que hablaba Benedicto XVI así como tampoco a cuestionar el orden natural espontáneo y divino.

Eso sí, uno se reitera en que la libertad de cátedra no es la antesala de la intimidación. Se busca fomentar el debate y que uno pueda cuestionarse las cosas mediante el contraste de argumentos espontáneos y el acceso a distintos recursos bibliográficos y audiovisuales que le ayuden a consolidar un pensamiento.

Por otro lado, es toda una falacia insultante que "se regalen los títulos". Los alumnos de estas universidades pueden tener ciertas ventajas que son de sentido común por cuanto y en tanto pagan libremente por algo que trate de competir y diferenciarse. Por ejemplo, una atención más personalizada o mejores conexiones con el mundo empresarial.

De todos modos, eso no sugiere que no haya un esfuerzo no económico. El alumno debe de desarrollar una cultura autónoma y del trabajo que le permita consolidarse como persona y como profesional, mientras que el profesor tiene el deber de motivar al alumno, pero no solo para que apruebe, sino para que aprenda con todas las garantías habidas y por haber.

Con lo cual, uno no debe de callar ante supuestas difamaciones. Más bien, se debe de alzar la mano y la voz ante la invasión de libertades que se está reforzando con el actual gabinete liberticida posmoderno, con el mutismo de ciertas instituciones supranacionales de corte neosoviético y woke.

La libertad se ha de defender siempre, de manera vigilante. Cualquier adormecimiento podría facilitar la opresión sobre los individuos. La aspiración de la Revolución, tal y como la explicaba el profesor Plinio Correa de Oliveira, es una subversión que haga de la Academia un complejo de gulags ideológicos, donde no haya ningún atisbo de pensamiento critico.

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