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Hombre de cabello corto y expresión seria sostiene dos tablas de piedra con inscripciones en un paisaje desértico al atardecer
OPINIÓN

La carta de Pedro Sánchez: propaganda, victimismo y un llamamiento al enfrentamiento

Sánchez arranca con un supuesto ejercicio de sinceridad emocional, afirmando sentirse “dolido, indignado y triste” por el escándalo Cerdán

Pedro Sánchez lo ha vuelto a hacer. En lugar de asumir responsabilidades ante la montaña de corrupción que asfixia a su Gobierno, el presidente ha decidido escribir una carta a la militancia del PSOE que, lejos de ser un ejercicio de autocrítica, se convierte en un auténtico panfleto de propaganda partidista, plagado de victimismo, manipulación emocional y, lo más grave, con un claro y peligroso mensaje guerracivilista que apela al enfrentamiento civil entre españoles.

Con el tono mesiánico que le caracteriza, Sánchez se presenta como un líder acosado, un mártir de la democracia, un héroe resistiendo a supuestas fuerzas oscuras —siempre de "ultraderecha"— que, según él, conspiran para destruir al PSOE y a su persona. Veamos punto por punto esta infame y vergonzosa misiva que debería sonrojar incluso a los militantes más fanatizados.

1. “Dolor, indignación, desconcierto y tristeza”

Sánchez arranca con un supuesto ejercicio de sinceridad emocional, afirmando sentirse “dolido, indignado y triste” por el escándalo Cerdán. Lo dice como si fuera un espectador, como si los hechos hubieran sucedido en otro país y él no llevara años al frente del Gobierno ni hubiera convertido al partido en su cortijo personal.

No hay asomo de responsabilidad. Ni un "yo fallé", ni un "algo hicimos mal". Lo que hay es teatro. Puro postureo sentimental para intentar lavar su imagen y seguir adelante en su loca huida hacia adelante.

2. La culpa siempre es del “odio de la derecha”

La carta no tarda en dirigirse contra los supuestos enemigos: la “derecha y la ultraderecha”, a quienes acusa de “legitimar la violencia” y de “alimentar el odio”. Es el mismo guion de siempre. Una vez más, Sánchez utiliza la amenaza de la derecha como cortina de humo para no hablar de lo verdaderamente importante: la corrupción estructural de su partido y su responsabilidad directa como máximo dirigente del PSOE y del Gobierno.

Con ese lenguaje de barricada, Sánchez siembra división, agita los fantasmas del pasado y polariza a la sociedad. No gobierna, agita. No une, enfrenta. No convence, fanatiza.

3. El PSOE se erige en ejemplo de pureza moral

En un alarde de cinismo, el presidente afirma que el PSOE “actúa con contundencia” contra la corrupción, mientras “otros protegen a los suyos”. ¿De qué contundencia habla? ¿De la misma que permitió a Ábalos campar a sus anchas durante años? ¿De la que permitió a Santos Cerdán convertirse en el recadero de oscuros negocios con Koldo García, mientras era premiado con el control de la organización?

La realidad es muy distinta. Si hoy caen Cerdán, Ábalos o Leire Díez no es por la limpieza interna del PSOE, sino porque han sido descubiertos. Porque la UCO, la prensa libre y la presión pública han dejado al Gobierno sin escapatoria. El PSOE expulsa a los suyos cuando ya no puede seguir protegiéndolos, no por principios, sino por pura estrategia de supervivencia.

4. “No hemos venido a ocupar sillones”

Este es, sin duda, el párrafo más grotesco y ofensivo de la carta. ¿Cómo puede tener la desfachatez de escribir eso quien ha convertido Moncloa en un plató permanente para su campaña personal? ¿Cómo puede decir que no ocupa sillones quien ha enchufado a su mujer, a su hermano, a sus amigos y a un ejército de mediocres cuya única virtud es ser serviles al sanchismo?

Decir que el PSOE no ha venido a ocupar sillones es una tomadura de pelo al pueblo español. Es reírse en la cara de los parados, de los autónomos, de los pensionistas, de los que ven cómo la clase política parasita sin pudor los recursos del Estado.

5. El llamamiento a la confrontación civil

Pero lo más grave, lo más peligroso, es el tono final del texto. Sánchez no llama a la serenidad ni a la reflexión. No hace una apelación a la regeneración ni a la unidad. Lo que hace es arengar a sus bases. Les llama a la movilización frente a un enemigo “que quiere destruirnos”. Es un lenguaje propio de tiempos oscuros, de trincheras, de guerras civiles. Y no es casual. Es intencionado.

Porque cuando un régimen entra en descomposición, lo único que puede ofrecer es caos y enfrentamiento. Y eso es lo que busca Sánchez: mantenerse en pie a base de dividir a los españoles, de convertir cualquier crítica en un ataque fascista, de presentar al PSOE como única muralla frente al “odio” del adversario político. Una estrategia vieja, ruin y peligrosísima.

6. El “himalaya de corrupción” que no menciona

En toda la carta, Sánchez no dedica una sola línea a explicar cómo fue posible que Koldo García tuviera tanto poder. No menciona el uso de comisiones ilegales. No menciona el informe de la UCO que implica a ministros. No habla de los negocios en África de su mujer. No menciona los informes de Hacienda sobre su hermano. No explica por qué protegió durante años a Santos Cerdán.

En resumen, elude toda mención a la corrupción sistémica que hoy tiene nombre propio: Partido Socialista Obrero Español. La carta de Sánchez es, en realidad, una confesión de culpabilidad en forma de panfleto emocional.

Un líder en descomposición moral

Pedro Sánchez ya no engaña a nadie fuera de su círculo de fanáticos. Su carta a la militancia es la prueba de que no piensa dimitir, ni regenerar, ni asumir nada. Está dispuesto a resistir a cualquier precio, aunque para ello tenga que enfrentar a los españoles entre sí, utilizar el lenguaje del odio y la victimización, y culpar de todo a los demás.

Su permanencia en el poder ya no es una cuestión política, es una cuestión casi penal. Cada día que sigue en Moncloa es un día más de degradación institucional, de polarización social y de impunidad para una organización que se ha convertido en sinónimo de corrupción.

Sánchez no ha venido a ocupar sillones, no. Ha venido a destrozar instituciones, a perseguir a jueces, a atacar a la prensa libre y a enfrentarnos a todos.

Lo decimos alto y claro: basta ya. España no necesita mártires de cartón ni agitadores de odio. Necesita justicia, responsabilidad y dignidad. Y eso es precisamente lo que el sanchismo no puede ofrecer.

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