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Javier García Isac
OPINIÓN

La ilegalización de AfD: nuevo golpe del bipartidismo globalista contra las naciones

La opinión de Javier García Isac para hoy, miércoles 7 de mayo de 2025

Lo que está ocurriendo en Alemania no es un episodio aislado ni una extravagancia del sistema judicial germano. Es el siguiente paso en una operación coordinada para acabar con toda alternativa patriótica en Europa. Alternativa para Alemania (AfD), el partido que representa a millones de alemanes hartos de las imposiciones globalistas, de la inmigración descontrolada, del desmantelamiento cultural y de la destrucción sistemática de su identidad, está en el punto de mira del sistema. No porque haya cometido delito alguno, sino porque ha cometido el mayor pecado en el orden globalista actual: ganar elecciones y querer defender su patria.

La justicia alemana, servil al poder político, amenaza con ilegalizar a AfD. Al mismo tiempo, y en un alarde de desvergüenza que ni se molestan ya en ocultar, el SPD (los socialdemócratas) y la CDU (la supuesta derecha moderada) han anunciado su intención de formar un gobierno de coalición. Socialistas y “populares” de la mano, como ya ocurre en Bruselas, como ya se da en el Parlamento Europeo, como también lo vemos en España, donde el PP prefiere pactar con el PSOE en los despachos que defender la voz de los españoles que exigen un cambio real.

Es el viejo truco del bipartidismo corrupto: simular diferencias para repartirse el poder y excluir cualquier opción que ponga en peligro el tinglado. En Alemania quieren destruir a AfD. En Francia hacen todo lo posible por frenar a Marine Le Pen. En Portugal atacan sin descanso a CHEGA. Y en España, el objetivo es claro: acabar con VOX y con Santiago Abascal, el único líder que no se ha arrodillado ante la Agenda 2030 ni ha aceptado las reglas del juego impuestas por quienes odian a España y pretenden diluirla en una Europa sin alma, sin fronteras, sin historia y sin futuro.

Lo que está en juego es mucho más que una elección. Lo que se está librando es una guerra por la supervivencia de Europa. No una Europa burocrática, sumisa y tecnocrática como la de Ursula von der Leyen, Pedro Sánchez, Emmanuel Macron o António Costa. Hablamos de la verdadera Europa: la de las naciones, las patrias, las raíces, las tradiciones, la soberanía y la libertad.

No podemos mirar hacia otro lado mientras el globalismo y sus aliados del bipartidismo secuestran las democracias. No se trata ya de manipular a la opinión pública o de perseguir a los medios críticos: ahora quieren directamente ilegalizar a quienes les hacen frente. Hoy es AfD. Mañana será VOX, será CHEGA, será Le Pen. Y si eso ocurre, no quedará rincón en Europa donde el pueblo pueda alzar la voz sin ser silenciado.

La estrategia es clara: fomentar la inmigración masiva como arma de sustitución demográfica, quebrar la identidad nacional, fomentar la fragmentación cultural y el caos económico para que las poblaciones acepten cualquier medida de control a cambio de una falsa sensación de seguridad. Todo eso disfrazado de “progreso”, “inclusión” y “democracia”, cuando en realidad se trata de imponer una tiranía posmoderna en la que solo tienen cabida los partidos que se someten al nuevo orden globalista.

Nos lo están advirtiendo a plena luz del día. No es teoría de la conspiración: es una operación en marcha. La persecución de AfD marca un antes y un después. Si permitimos que se consume esta barbaridad, si nos resignamos, si callamos, si miramos para otro lado, entonces nos mereceremos el destino de esclavitud política que nos están preparando.

Este es el momento de plantar cara. De denunciar lo que está pasando. De defender sin complejos la democracia real, la que nace del pueblo y no de los burócratas. De defender nuestras fronteras, nuestras identidades, nuestras costumbres. De recuperar Europa para los europeos.

No podemos consentir que ilegalicen a AfD. Porque si ellos caen, iremos detrás todos los que creemos en nuestras naciones. Esto no va de Alemania. Esto va de todos nosotros. Esto es una guerra —cultural, política y social— por nuestra propia supervivencia.

Y en esta guerra, rendirse no es una opción.

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