
Antonio Maestre: el miserable blanqueador de ETA que parasita en nuestras televisiones
No, Maestre, a Miguel Ángel Blanco lo asesinó ETA de dos tiros en la cabeza tras secuestrarlo y humillarlo durante 48 horas ante toda España
Hay miserables que no merecen otro calificativo. Antonio Maestre es uno de ellos. Este activista violento disfrazado de periodista se permite el lujo de justificar los crímenes de ETA diciendo que a Miguel Ángel Blanco o a Gregorio Ordóñez los mató la polarización política. No, Maestre, a Miguel Ángel Blanco lo asesinó ETA de dos tiros en la cabeza tras secuestrarlo y humillarlo durante 48 horas ante toda España. Lo asesinó ETA, y lo asesinó vuestra ideología de odio, esa que tú, Maestre, defiendes, blanqueas y promueves cada día.
Porque la izquierda en este país ha sido siempre sumamente comprensiva con los crímenes de ETA, del FRAP, de los GRAPO y de cualquier banda de asesinos que compartiera su odio a España y a la libertad. Recordemos la matanza de la cafetería Rolando en la calle Correos en septiembre de 1974, donde un artefacto de ETA, con la colaboración de militantes del PCE, asesinó a 14 personas. Ni siquiera fueron juzgados, amparados por la infame amnistía de 1977 que permitió que los asesinos salieran a la calle, mientras las víctimas eran enterradas en silencio.
Recordemos cómo el separatismo catalán asesinó al matrimonio Viola, colocando una bomba en el pecho del general Juan Viola, lo mismo que hicieron con el empresario José María Bultó. Recordemos también cómo, tras la masacre de Hipercor en 1987, donde ETA asesinó a 21 personas en un supermercado de Barcelona, el máximo responsable de ERC se reunió con ETA para pedirles que no atentaran en Cataluña, dando a entender que podían seguir matando en el resto de España.
Así ha sido siempre la izquierda: cómplice, comprensiva, justificadora de asesinatos y de violencia política. ETA hacía lo que ellos deseaban, pero no se atrevían a hacer. Por eso hoy, sin ningún pudor, encontramos a plañideras del terrorismo como Antonio Maestre, justificando la violencia como “polarización” mientras se permite dar lecciones de moral y democracia en televisiones pagadas con dinero público.
Porque en el periodismo español hay una larga tradición de blanqueadores de ETA. Lo fue en su día Xavier Vinader, que señalaba objetivos a ETA desde sus reportajes, y hoy lo es Antonio Maestre, que se inventa seudónimos como “Miguel Lacambra” para victimizarse en redes mientras lanza amenazas veladas a quienes no piensan como él, asegurando que posee “archivos secretos de la ultraderecha española”. Archivos secretos que, como todo lo que sale de su boca, son tan falsos como su pose de periodista, mientras ni siquiera es capaz de escribir bien el nombre de aquellos a quienes pretende amedrentar, confundiéndome a mí con “Carlos García Isaac”. Ni para amenazar valen.
Va siendo hora de desenmascarar a estos blanqueadores de asesinos. Porque tan culpables como él son los medios de comunicación y los tertulianos progres que le invitan, le pagan y le permiten vomitar su basura sobre los asesinados por la izquierda y el separatismo.
No hay reconciliación posible con esta gentuza, porque ellos no han pedido perdón, no han condenado jamás a ETA de forma sincera y no se avergüenzan de haber mirado para otro lado mientras se mataba en nombre de su causa. Se creen con derecho a reescribir la historia, a manosear la memoria de los asesinados y a repartir carnés de demócratas mientras justifican a quienes pusieron bombas, pegaron tiros en la nuca y volaron a niños en cuarteles.
No hay perdón para ellos, ni para quienes les protegen, ni para quienes les aplauden en platós de televisión. Mientras sigan mintiendo, justificando y escupiendo sobre la memoria de las víctimas, no merecen otra cosa que nuestro desprecio.
El periodismo en España necesita una limpieza de verdad. No se puede permitir que blanqueadores de terroristas tengan espacio en televisiones, radios y prensa, mientras se criminaliza a quienes defendemos la memoria de Miguel Ángel Blanco, de Gregorio Ordóñez, de José María Bultó, del matrimonio Viola, de las víctimas de la cafetería Rolando y de tantas otras.
Porque aquí no hay equidistancia posible. O estás con las víctimas o estás con los asesinos. Y Antonio Maestre ya ha elegido claramente de qué lado está.
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