
9 de noviembre: La Virgen de la Almudena, símbolo de una España católica que resiste
La devoción a la Virgen de la Almudena se remonta al siglo XI, cuando las tropas cristianas de Alfonso VI reconquistaron Madrid a los musulmanes
Madrid celebra hoy, 9 de noviembre, el día de su patrona, Nuestra Señora de la Almudena. Una fecha que, durante siglos, fue sinónimo de fe, tradición y orgullo madrileño, pero que hoy, en la España descreída y materialista del siglo XXI, ha sido reducida a un simple día festivo, un puente más, un descanso sin sentido ni raíz.
Los niños no van al colegio, los bancos cierran, las calles se llenan de gente que pasea o compra, pero la mayoría no sabe quién fue la Almudena ni por qué Madrid la venera.
Y eso, precisamente, es una metáfora perfecta de lo que le ocurre a España: un pueblo que disfruta de los frutos de su fe, pero reniega de las raíces que los hicieron posibles.
La historia que ya casi nadie cuenta
La devoción a la Virgen de la Almudena se remonta al siglo XI, cuando las tropas cristianas de Alfonso VI reconquistaron Madrid a los musulmanes.
Según la tradición, los cristianos madrileños habían escondido una imagen de la Virgen en la muralla para protegerla durante la invasión islámica. Siglos después, al recuperar la ciudad, la Virgen apareció milagrosamente en uno de los muros de la antigua fortaleza, de ahí su nombre: Almudena, del árabe al-mudayna, que significa “ciudadela” o “muralla”.
Aquel hallazgo no fue solo un acto de fe, sino también un símbolo de la Reconquista: la cruz regresando donde había sido expulsada, la fe triunfando sobre la opresión.
Por eso la Almudena no es una devoción local cualquiera. Es la representación viva del alma católica de Madrid y de España, un recordatorio de que nuestra nación nació al calor de la fe, se defendió bajo el signo de la cruz y se reconstruyó una y otra vez sobre sus valores cristianos.
Cuando la fe se convierte en incómoda
Sin embargo, hoy vivimos en un país donde nombrar a la Virgen parece un acto subversivo.
Los mismos que llenan los ayuntamientos de banderas ideológicas y adoctrinamiento laicista, retiran crucifijos, prohíben procesiones y ocultan los nombres de santos en las escuelas.
La fiesta de la Almudena ya no se explica en los colegios, no se enseña su historia ni su significado. Los niños solo saben que “no hay clase”.
Y mientras tanto, los mismos que niegan nuestras tradiciones inundan el calendario de días “de la diversidad”, “del clima”, “de la igualdad” o “del orgullo”, pero silencian los que recuerdan a Dios y a España.
Es el triunfo del vacío. De una sociedad que no cree en nada y, por tanto, acaba creyendo en todo lo que le impone el poder político.
El laicismo militante del PSOE y sus aliados ha logrado borrar la espiritualidad del espacio público, relegando las raíces católicas de España a lo folclórico, a lo anecdótico, a lo que se tolera por turismo o por costumbre, pero no por convicción.
Madrid, espejo de una España desmemoriada
Madrid, que fue bastión de la cristiandad, capital del Imperio y centro de la Hispanidad, parece haber olvidado quién es su patrona.
La Almudena ya no preside el corazón espiritual de la ciudad, sino que compite con escaparates y conciertos, relegada a un rincón de las costumbres que sobreviven a duras penas.
Pero no todo está perdido: todavía hay miles de madrileños que ese día acuden a su Catedral, que rezan ante su imagen, que llevan flores y rezan con sus hijos.
Ellos mantienen viva una llama que ni el laicismo ni la corrección política han conseguido apagar.
Porque mientras haya españoles que recen a la Virgen, que celebren el Corpus, que besen un crucifijo o que enseñen a sus hijos a santiguarse, habrá esperanza para España.
Porque la fe no se impone desde los gobiernos, nace del alma de los pueblos.
Y el alma de España sigue siendo, pese a todo, profundamente católica.
La Almudena y la identidad
Defender el día de la Almudena no es una cuestión religiosa únicamente: es defender la identidad de Madrid y, con ella, la de España entera.
Porque allí donde se apagan las devociones, mueren las tradiciones; y donde mueren las tradiciones, desaparece la nación.
Por eso los enemigos de España —los mismos que profanan templos, exhuman muertos, manipulan la historia y ridiculizan la fe— quieren borrar también a la Almudena, al Pilar, a Santiago o a la Virgen del Rocío.
Saben que un pueblo sin fe es un pueblo fácil de dominar.
Frente a ellos, recordar a la Virgen de la Almudena es un acto de rebeldía, de memoria y de amor a España.
Es afirmar que Madrid no es una capital sin alma, sino una ciudad que nació bajo el amparo de la Virgen, y que solo bajo su protección volverá a encontrar la paz y el sentido.
Hoy, 9 de noviembre, muchos madrileños disfrutarán de un día libre sin saber por qué.
Pero otros, los que aún creemos en España, sabremos que no es un día cualquiera: es el día de Nuestra Señora de la Almudena, la que acompañó a los cristianos en la Reconquista, la que protege a Madrid desde hace casi mil años y la que simboliza todo lo que este país ha sido y aún puede ser.
Que este día sirva para reivindicar la fe, la tradición y el orgullo de ser españoles.
Porque quien reniega de su fe, termina renegando de su patria.
Y quien olvida a la Virgen, olvida también su historia.
Javier García Isac
Más noticias: