
14 de abril: El aniversario de una tragedia nacional
Por Javier García Isac
Hoy, como cada 14 de abril, la izquierda española, empeñada en vivir de los mitos y las falsedades del pasado, se lanza a reivindicar el mayor fracaso político y social de nuestra historia contemporánea: la Segunda República. Una república que no trajo libertad, ni justicia, ni progreso, sino enfrentamiento, odio, miseria y muerte. Lejos de la imagen idílica que nos pretenden imponer desde los púlpitos de la mentira histórica, la Segunda República fue un régimen fallido desde sus inicios. Y no lo fue por culpa de una supuesta reacción antidemocrática de la derecha, sino por obra y gracia de quienes más la aplauden y conmemoran hoy: los partidos de izquierda, con el PSOE como principal responsable.
La historia, esa que yo mismo analizo en mi libro La II República sin complejos, no admite interpretaciones sentimentales. El 14 de abril de 1931 no fue un día de esperanza, fue el comienzo del fin. Una república impuesta sin refrendo popular, nacida de una rendición de la monarquía ante una ficción electoral municipal, fue recibida entre vítores por las turbas que muy pronto demostrarían que no querían democracia, sino venganza.

La Segunda República, en manos de la izquierda, comenzó quemando iglesias. Literalmente. El 11 de mayo de 1931 ardieron templos, bibliotecas y conventos bajo la pasividad —cuando no el aliento— del nuevo régimen. Fue una declaración de intenciones. No se trataba de construir nada, sino de destruirlo todo. Se criminalizó al adversario, se persiguió a la religión, se asaltaron propiedades, se despreciaron las instituciones. No era una república al servicio de todos, sino el juguete sectario de los que querían imponer su modelo por la fuerza.
Y cuando los españoles, en un ejercicio de responsabilidad, decidieron en 1933 que ya bastaba, y otorgaron la victoria electoral a la derecha, la izquierda no dudó en conspirar contra la propia República que decían defender. El PSOE, ese mismo partido que hoy vuelve a gobernar con tintes autoritarios, se levantó en armas en 1934 contra un gobierno legítimo. Fue el ensayo general del golpe de Estado que acabarían de consumar en 1936 con el asesinato de Calvo Sotelo y la persecución sistemática del oponente político.
No fue la derecha quien dinamitó la República. Fue la izquierda. Fueron ellos quienes convirtieron aquel régimen en un campo de batalla. Ellos quienes politizaron la justicia, manipularon las elecciones, promovieron la violencia y dividieron a España en dos. La Segunda República no fue sinónimo de democracia, fue sinónimo de odio, rencor y totalitarismo. Y su resultado, inevitable, fue una guerra civil. Una guerra que nadie deseaba, pero que fue provocada por quienes no estaban dispuestos a aceptar la voluntad del pueblo.
Hoy, los mismos de entonces, o mejor dicho, sus herederos ideológicos, pretenden rehabilitar ese oscuro periodo de nuestra historia. No para aprender de sus errores, sino para repetirlos. Nos venden la Segunda República como el paraíso perdido, como un tiempo de libertades que en realidad fue un infierno de represión. Y lo hacen desde el mismo PSOE que entonces conspiró, mató y destruyó. El partido que dinamitó la democracia entonces, es el que quiere imponer su dictadura ideológica ahora.
El mayor antídoto para evitar una nueva república en España son, paradójicamente, los nostálgicos de aquella Segunda. Su sectarismo, su odio y su revisionismo histórico son la mejor defensa de una monarquía que, pese a sus errores y a la conducta nada ejemplar de algunos de sus miembros, representa hoy una garantía de estabilidad frente al caos republicano que nos quieren imponer, una garantía débil, pues en más ocasiones de las deseadas, la institución confunde neutralidad con inhibición, y eso podía ser el principio de su final. Porque el mayor enemigo de la monarquía no es el pueblo, es la indecencia de quienes llevan décadas jugando a ser reyes sin corona desde los escaños de la izquierda, y aquellos que desde la propia institución les ríen las gracias.
No podemos permitir que reescriban la historia. No podemos aceptar que el PSOE, que fue el principal causante del desastre republicano, se presente hoy como adalid de la libertad. La Segunda República fue una tragedia nacional. No fue la antesala de una democracia, fue el prólogo de una guerra. Y quienes la reivindican hoy, no lo hacen por amor a la libertad, sino por odio a España.
Cuidado con los que agitan las banderas tricolores. No buscan justicia, buscan revancha. Y lo hacen con el mismo lenguaje y los mismos métodos que nos llevaron al abismo. No lo olvidemos: los peores años del siglo XX español comenzaron un 14 de abril. Que no nos arrastren otra vez al mismo error.
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