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La guerra sucia del Gobierno para forzar la marcha de Borja Prado de Mediaset

El presidente del grupo deja hoy el cargo tras sufrir una campaña por parte del Ejecutivo


Borja Prado dejará de ser hoy oficialmente presidente de Mediaset tras anunciar su marcha el pasado 19 de diciembre "culminando un largo periodo de servicio para el grupo", según explicó en el comunicado de 'fair play' pactado con la compañía televisiva. No incluyó en ese escrito ninguna mención al camino de espinas que le puso el Gobierno de Pedro Sánchez desde su llegada un año y medio atrás, ni sus discrepancias con la línea editorial impuesta por el CEO de Mediaset, Alessandro Salem, a quien los hijos de Silvio Berlusconi dieron todo el poder de influencia del grupo semanas antes de la muerte del magnate relegando a Prado a gestiones meramente institucionales.

El expresidente de Endesa había recibido el encargo de Berlusconi, padre de liderar el proceso de OPA, segregación y posterior fusión por absorción de Mediaset España con la matriz del grupo, MFE-Mediaforeurope y le dio poderes para limpiar la parrilla de contenidos sensacionalistas como Sálvame tras el escándalo judicial de la Operación Deluxe y de llevar la línea editorial a apoyar la candidatura del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. 

A Prado no le tembló el pulso a la hora de prescindir del formato estrella de 'La Fábrica de la Tele' y otros realities shows que eran rentables en términos de audiencia, pero no en reputación para el grupo y sus anunciantes que iban cayendo en tromba. El directivo llegó a una casa que llevaba meses envueltas en escándalos de todo tipo, como los abusos sexuales en un programa a la concursante de Gran Hermano, Carlota Prado, o el uso ilegal de bases policiales para chantajear presuntamente a personalidades del mundo cuore.

Prado fulminó al CEO, Paolo Vasile, y al máximo exponente de la "telebasura" en Telecinco, Jorge Javier, que había provocado una caída sin precedentes en anunciantes tras decir que su programa era solo "para rojos y maricones", según confirmaron a EDATV fuentes de la compañía.

Sustituyó al dirigente italiano por Alessandro Salem, a quien se trajo de Italia para que blanquease la parrilla. Aquellos movimientos provocaron el enfado de numerosos seguidores del universo Sálvame, así como de los personajes que vivían de ello. Prado aguantó la presión y se dispuso a enderezar la línea editorial del grupo hacia posiciones más cercanas al centroderecha tras años donde los informativos y algunos de sus programas parecían estar al servicio de los intereses de Moncloa, atacando u obviando al PP y estigmatizando a Vox para alimentar el miedo "a la ultraderecha".

Frente a una Antena 3 que se posicionaba como una televisión crítica con Sánchez con Pablo Motos y Vicente Vallés a la cabeza, Telecinco era criticado en redes por servir a los intereses de Sánchez. Los sondeos daban por hecho que el PP ganaría las siguientes autonómicas, municipales y generales y Prado decidió jugar a la carta supuestamente ganadora. Comenzó a darle más espacio a Feijóo, a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y a otros barones del PP, y también permitió que Ana Rosa desde sus mañanas endureciese su discurso contra el Ejecutivo socialista.

INSPECCIÓN DE HACIENDA


Esa valentía contra el Gobierno no iba a salirle gratis a Prado. Según fuentes próximas, el presidente de Mediaset recibió, de repente, una inspección de Hacienda cuando nunca la había tenido. La achacó, según confesó a su entorno, a una estrategia del Gobierno para amedrentarle, como han hecho otros Ejecutivos, de usar la Agencia Tributaria como una herramienta política punitiva para acallar a los disidentes o arruinarlos. Así ocurrió en tiempos también del PP con el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro.

Sánchez había encomendado a su secretario de Estado de Comunicación, Francesc Vallés, que controlase con mano de hierro a las grandes televisiones y radios y no podía soportar cómo Mediaset se convertía en una casa hostil. Es cierto que el grupo sufría una crisis de audiencia importante por haber ideologizado a la izquierda sus contenidos y por méritos de Atresmedia de haber apostado por contenidos de calidad, pero seguía siendo muy influyente. Vallés y el propio Sánchez intentaron agasajar personalmente a Prado, pero éste no se dejó seducir. Ni siquiera sabiendo que el Gobierno tenía armas para poner su posición en riesgo, como, por ejemplo, la Comisión Nacional de los Mercados y Competencia, con capacidad para imponer multas millonarias a las televisiones y temida en sus despachos jurídicos o la 'manguera' de la publicidad institucional que se abría más o menos en función de los apoyos que diesen estos grupos a Sánchez. 

Pasaban los meses y Prado se afianzó en su cargo. Convirtió Mediaset en un grupo más plural, periodistas que habían sido purgados en anteriores etapas volvían a las tertulias y todo parecía ir bien hasta la caída en desgracia de su valedor, Silvio Berlusconi.

Éste enfermó y su ingreso en el hospital fue aprovechado por los enemigos de Prado para quitarle el poder. Uno de ellos fue el CEO, Alessandro Salem, que a pesar de haber sido un fichaje de Prado, decidió tomar el control de la compañía sabedor del malestar del Gobierno con Prado. Éste hizo ver a los hijos de Berlusconi que oponerse a Moncloa era una estrategia temeraria y pidió que se excluyese a Prado de las labores ejecutivas y editoriales, dejándole como un mero responsable institucional. Se basó en la crisis de audiencia del grupo y de anunciantes.

GUERRA DE PODER


Comenzaron meses de filtraciones interesadas contra Prado en las que se anticipaba en digitales que perdería el poder ejecutivo y el favor de los hijos de Berlusconi. Días antes de la muerte de Silvio, Mediaset hacía público que Prado se iba a dedicar solo a las labores institucionales. La guerra sucia de Moncloa con la traición de Salem había surtido efecto. Prado aguantó en el cargo pensando que un cambio en el Ejecutivo podría devolverse esa posición de poder y se dejó ver por los pasillos de Mediaset con Feijóo. También en el mismo colegio electoral que votó Feijóo el 23 de julio. Los resultados no fueron los esperados y Sánchez aguantó en el poder.

Ese factor más ver la programación prevista por Salem para la siguiente temporada repescando realities y contenidos del corazón que Silvio quiso eliminar, hizo entender a Prado que tenía que ir haciendo las maletas de Mediaset. Esperó su momento y en diciembre decidió marcharse. Sánchez incluso se regodeó de su abandono invitando a su víctima Jorge Javier a Moncloa y a presentar su libro. Toda una declaración de intenciones. El Gobierno ganaba y tomaba una parte del control de Mediaset. Los primeros cambios en informativos con la llegada del presentador de RTVE, Carlos Franganillo, con el beneplácito del Ejecutivo, dejaba claro el nuevo rumbo de Mediaset. Y ahora con Ana Rosa en las tardes y con la prohibición que tiene de hablar de política, Sánchez lo tendrá más fácil. Al otro lado, ya solo le queda controlar a Vallés y a Motos. Tiempo al tiempo.

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