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Dos hombres con traje azul aparecen frente a una bandera de China y el logo de Huawei uno de ellos saluda con la mano mientras el otro mira hacia abajo
POLÍTICA

Sánchez entrega España a China desafiando a Bruselas y Washington

Zapatero teje la trama con Huawei y allana el camino a Sánchez para que entregue España a los intereses de China

Pedro Sánchez recibió a Xi Jinping  en noviembre de 2018, apenas cinco meses después de llegar al poder. Era la primera visita de un presidente chino en 13 años. También fue el primer viaje de Xi a Europa tras ser reelegido líder del Partido Comunista.

Fue un encuentro simbólico, pero clave. Se firmaron memorandos sobre cooperación tecnológica, comercio, fiscalidad, empleo  y ciencia.

La guerra comercial entre Estados Unidos y China  estalló en mayo de 2019. Washington vetó a Huawei, a la que acusó de espionaje y vínculos con el régimen de Xi. Pidió a sus socios europeos que expulsaran a la compañía de sus redes 5G.

Alemania y Francia comenzaron a legislar. En España, sin embargo, Pekín movió ficha, y contrataron a la consultora Acento, recién fundada por los exministros José Blanco y Alfonso Alonso. Su misión: frenar el veto y mantener a Huawei en el negocio.

Zapatero fue el puente. Según diversas informaciones, ayudó a cerrar el contrato entre Huawei y Acento gracias a sus contactos con el Gobierno chino. Desde 2005, el gigante tecnológico ya gestionaba el sistema informático de las escuchas telefónicas judiciales.

Con Sánchez en el poder, los contratos se reactivaron. Entre 2021 y 2025, Huawei facturó más de 12 millones al Estado por esos servicios. Mientras, la presión de Washington  y Bruselas  aumentaba, pero España  seguía sin vetar a los suministradores chinos.

El giro diplomático tras la guerra en Ucrania

Con la invasión rusa en febrero de 2022, la OTAN pidió a sus miembros blindar sus infraestructuras críticas. China, aliada estratégica de Moscú, quedó bajo sospecha. El Gobierno español presentó una ley de ciberseguridad 5G y se habló de una lista de proveedores vetados.

Pero esa lista nunca llegó. La ministra Nadia Calviño anunció en el Mobile World Congress de 2023 que no era una prioridad. Poco después, Sánchez viajaba a China para reforzar relaciones económicas.

El 19 de abril de 2024, se firmó el gran golpe: el grupo chino Chery rescató la planta de Nissan en Barcelona. Prometieron 400 millones en inversión y 1.250 empleos. El Gobierno español se volcó, incluso ofreciendo fondos europeos del Perte VEC.

Dos hombres con traje se dan la mano frente a banderas de China y España

En paralelo, comenzaron a llegar más inversiones: baterías en Zaragoza y Extremadura, plantas solares en Murcia. Sánchez volvía a viajar a Pekín en septiembre de 2024 y otra vez en abril de 2025. En total, tres visitas oficiales en solo dos años.

España, el eslabón débil de la UE

Los viajes y los acuerdos inquietan a Bruselas y Washington. En mayo de 2024, la UE pidió más garantías sobre el veto a Huawei y España dio la callada por respuesta. Días después, ministros españoles visitaban el stand de Huawei en el Mobile de Barcelona.

Hombre con gafas y traje azul hablando en un podio con el logo de Huawei y flores, fondo azul con el número 2025 y texto en inglés

Las advertencias se acumulan. Senadores estadounidenses enviaron una carta de protesta por los contratos con Huawei para gestionar escuchas judiciales. La Comisión Europea presiona, pero España sigue aferrada a su alianza estratégica con China.

Las exportaciones a China crecieron un 17% en solo cinco meses. Las importaciones se han duplicado desde 2018, superando los 50.000 millones. China ya es el segundo mayor proveedor de España y pronto estará entre sus diez principales destinos comerciales.

De la mano de Sánchez, Zapatero y José Blanco, España se ha convertido en la sucursal preferida de Pekín en Europa. Una relación que incomoda a la OTAN, alarma a la UE y enfurece a Estados Unidos. Pero que no parece tener freno ni marcha atrás.

Mientras Bruselas intenta frenar la ofensiva comercial china, España abre sus puertas al gigante asiático. A cambio, llegan inversiones millonarias y promesas de futuro. ¿A qué precio? Esa es la pregunta que se hacen en Washington y Bruselas… pero no en La Moncloa.

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