
¿Qué ha sido de los que criticaban a Sánchez en las primarias y ahora están colocados?
El silencio de los socialistas que no apoyaban a Sánchez en las primarias levanta sospechas
Han pasado casi nueve años desde el convulso Comité Federal del 1 de octubre de 2016. Esto, cuando un sector del PSOE forzó la dimisión de Pedro Sánchez como secretario general del partido. Hoy, muchos de aquellos críticos permanecen en silencio frente a los escándalos que rodean al actual Gobierno socialista.

¿Qué ha sido de ellos?
Uno de los principales artífices de aquella maniobra fue Antonio Pradas, entonces secretario de Política Federal y considerado el “número 3” del partido. Pradas fue clave en el ascenso inicial de Sánchez, pero también encabezó la recogida de firmas para propiciar su caída.
Hoy, tras cinco años en la RTVA con un sueldo de 90.000 euros anuales, ejerce como asesor en la Diputación Provincial de Sevilla. A ello se suma que su entorno personal también ha salido beneficiado: su esposa ocupa un cargo en la Junta de Andalucía.
Otro nombre que resuena es el de Verónica Pérez, quien pasó a la historia por autoproclamarse como “la máxima autoridad del PSOE” durante aquella jornada de tensión. Como Pradas, también encontró acomodo en la RTVA antes de ser recolocada en el Parlamento de Andalucía.

Ambos simbolizan una paradoja evidente: los que entonces clamaban por la regeneración interna del partido, hoy guardan silencio ante los casos de corrupción y las polémicas decisiones del Ejecutivo. ¿Han cambiado de opinión o simplemente han sido integrados en una estructura de poder que recompensa la lealtad con puestos y sueldos públicos?
En definitiva, aquellos que en 2016 proclamaban la necesidad de un nuevo rumbo para el PSOE, hoy parecen haber optado por la comodidad del cargo.
Este silencio resulta aún más llamativo en un contexto donde el PSOE enfrenta múltiples investigaciones por corrupción institucional, con casos que salpican a altos cargos del Gobierno. Además, que ponen en entredicho los principios éticos del partido.
Mientras la oposición eleva el tono y crece el descontento ciudadano, los antiguos “críticos” del sanchismo prefieren mirar hacia otro lado. Su transformación de opositores internos a beneficiarios del aparato público alimenta la percepción de lo realmente había detrás. Más que un debate ideológico, lo que existía era una pugna por el control de los recursos y las cuotas de poder.
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