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POLÍTICA

Caos eléctrico en España: el Gobierno, sin respuesta

La incapacidad del Gobierno ante el gran apagón revela fallos de gestión en uno de los sistemas más sólidos de Europa

El histórico colapso eléctrico de la península ibérica ha puesto en evidencia las graves carencias del Ejecutivo en materia energética.

Aunque el sistema eléctrico español ha demostrado ser uno de los más robustos de Europa, la respuesta del Gobierno al apagón masivo fue, sencillamente, desastrosa.

El incidente recordó que, en condiciones normales, España cuenta con un sistema de generación diversificado y eficaz. En 2024, la eólica lideró la producción con un 22,9%, seguida de la nuclear con un 19,6% y la solar fotovoltaica con un 16,7%.

Sin embargo, cuando llegó el momento de actuar ante la emergencia, todo el aparataje gubernamental se mostró incapaz de reaccionar de forma rápida y eficaz.

Un sistema sólido abandonado a su suerte

El mix energético español tiene una gran capacidad para cubrir la demanda en situaciones normales. La potencia instalada, dominada por la solar fotovoltaica (33,6 GW), la eólica (32,3 GW) y el ciclo combinado (26,2 GW), debería garantizar estabilidad.

No obstante, la falta de coordinación y la lentitud del Gobierno a la hora de activar los protocolos de emergencia agravaron el impacto del apagón.

La función de Red Eléctrica, que debe equilibrar oferta y demanda de electricidad en todo momento, se vio seriamente comprometida. Aunque dispone de herramientas para desconectar productores o activar reservas, la tardanza en recibir órdenes claras desde el Ejecutivo ralentizó la recuperación.

Esta negligencia provocó que España tuviera que depender de sus conexiones exteriores para restablecer el suministro. Algo que ha dejado la imagen del país en evidencia ante sus socios europeos.

Una avenida concurrida con tráfico denso rodeada de árboles y edificios altos al fondo.

Falta de previsión y errores imperdonables

El apagón ha puesto de manifiesto que no todas las fuentes de energía tienen la misma capacidad de respuesta. Mientras que la nuclear ofrece estabilidad continua y la hidroeléctrica y el ciclo combinado aportan flexibilidad, el Ejecutivo no supo manejar esta diferencia.

La inoperancia quedó patente cuando se tardó más de lo razonable en reactivar las fuentes más ágiles, como las centrales hidráulicas.

Tampoco se aprovechó el potencial de almacenamiento energético disponible. España cuenta con centrales de bombeo y tecnología de sales fundidas en plantas solares termoeléctricas, mecanismos que permiten almacenar energía para momentos críticos.

Sin embargo, estos recursos fueron infrautilizados por una gestión que evidenció falta de preparación y visión estratégica.

Además, el uso eficiente de las baterías podría haber mitigado el problema, evitando que se desperdiciaran grandes cantidades de energía renovable. Pero la incapacidad del Gobierno para implementar una política seria de almacenamiento energético dejó al país vulnerable justo cuando más lo necesitaba.

Dependencia exterior y pérdida de confianza

Otro de los aspectos más preocupantes fue la necesidad de recurrir a las redes eléctricas de Francia y Marruecos para reactivar el sistema peninsular. Aunque es habitual que los países intercambien electricidad, tener que depender del exterior en un momento tan crítico es un síntoma claro de debilidad.

Dos coches estacionados frente a un monumento histórico en una noche oscura.

Mientras Portugal sufrió un destino similar al de España, Francia y Marruecos fueron claves para la reactivación.

Esta dependencia exterior compromete gravemente la soberanía energética, una situación que debería haberse evitado con planes de contingencia sólidos, actualizados y bien ensayados.

El apagón ha servido para recordar que un buen sistema de generación no basta si no existe una administración competente.

Lejos de reconocer errores, el Gobierno ha intentado minimizar lo sucedido, eludiendo responsabilidades que son, a todas luces, evidentes.

España necesita más que buenas estadísticas de generación renovable: necesita liderazgo, capacidad de reacción y planificación real para afrontar cualquier crisis energética futura. De lo contrario, el próximo apagón no solo será una anécdota histórica, sino una amenaza seria para la estabilidad del país.

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