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Una persona en silueta frente a una vista nocturna de la Tierra desde el espacio con luces de ciudades visibles.
POLÍTICA

Bruselas se esconde mientras Europa se apaga

El gran apagón reveló algo más oscuro que la falta de luz: la ausencia total de liderazgo

Un apagón masivo dejó a millones de personas en España y otros países europeos sin electricidad, sin comunicaciones y sin servicios básicos.

En hospitales, estaciones y aeropuertos se activaron protocolos de emergencia, mientras la población quedaba atrapada en la incertidumbre. ¿Y Bruselas? Ni una palabra.

La Comisión Europea, tan rápida para dar lecciones morales o regular hasta el tamaño de las pajitas, guardó un silencio ensordecedor. Ni un solo comunicado, ni una rueda de prensa, ni un gesto de liderazgo.

Mientras la gente buscaba información y respuestas, solo salieron publicaciones programadas sobre presupuestos, igualdad de género y cambio climático, como si el continente no estuviera sumido en una crisis real.

El gran apagón no solo desconectó redes eléctricas: desconectó, una vez más, a las instituciones europeas de los ciudadanos.

En lugar de asumir su papel en la gestión de emergencias, optaron por el escapismo burocrático. Ningún protocolo activado, ninguna coordinación entre países, ningún mensaje tranquilizador. Nada.

Este vacío institucional alimenta una percepción cada vez más extendida: la UE está gobernada por tecnócratas que viven en una burbuja ideológica.

 Más preocupados por la corrección política y la narrativa globalista que por responder a los problemas concretos de los europeos.

Analistas en gestión de crisis lo advierten: esta falta de reacción no es solo un fallo de comunicación, es un síntoma de una estructura frágil, lenta e inoperante ante lo inesperado.

Durante horas, los ciudadanos estuvieron sin luz, sin datos móviles y sin información fiable. Las cuentas oficiales de la Unión Europea, lejos de informar o calmar a la población, siguieron como si nada. Como si Bruselas no tuviera ninguna responsabilidad ante los europeos.

¿Falló la tecnología? ¿O falló, una vez más, el liderazgo político?

El descontento crece, y no es para menos. La gente está cansada de instituciones que solo aparecen para imponer normas ideológicas y desaparecen cuando se las necesita de verdad.

El 28 de abril no solo se apagó la luz. Se encendió, para muchos, una certeza:

La Unión Europea se ha convertido en un aparato distante, más preocupado por quedar bien en redes sociales que por estar al lado de sus ciudadanos cuando importa.

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