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Mujer rubia sonriente sentada en un auditorio con un círculo que muestra una hoja de calendario en la esquina superior derecha
POLÍTICA

Begoña Gómez vuelve a dar plantón al juez

Begoña Gómez es citada por sexta vez al juzgado

La esposa del presidente Pedro Sánchez vuelve a esquivar la justicia. No acudirá a declarar ante el juez Juan Carlos Peinado y en su lugar irá su abogado, nada menos que un exministro socialista. Un gesto que muchos ven como un privilegio propio del entorno del poder.

El magistrado le ha recordado que podría ser juzgada por un jurado popular por todos los delitos investigados, no solo por malversación. Se habla de tráfico de influencias, corrupción en los negocios, apropiación indebida e intrusismo. La lista de acusaciones es demasiado seria como para seguir evitando el cara a cara.

Es la sexta vez que Begoña Gómez es citada por el Juzgado de Instrucción 41 de Madrid. En varias ocasiones se ha acogido al derecho a guardar silencio o solo ha respondido a su defensa. La sensación es de una estrategia calculada para ganar tiempo.

Una mujer de cabello rubio y lacio viste una chaqueta roja y conversa con un hombre en un evento con varias personas al fondo, en la esquina inferior derecha aparece un recuadro con la misma mujer sentada en una mesa con un letrero que dice comparecientes.

Mientras tanto, los históricos del PSOE se dividen sobre qué hacer con Sánchez: esperar o acelerar su caída. Cada vez son más los que ven insostenible esta situación. La imagen del Gobierno se resiente con cada citación.

El juez había advertido que la presencia de los investigados era “necesaria”. Sin embargo, la defensa vuelve a escudarse en una circular de 1995 para evitar su comparecencia. La izquierda presume de transparencia, pero cuando se trata de ellos, se agarran a tecnicismos para no dar explicaciones.

También deberán sentarse en el banquillo su asesora en Moncloa, el delegado del Gobierno en Madrid y un empresario cercano. Todos, incluidos Gómez, deberían comparecer con sus letrados. Parece que el escándalo rodea cada vez más al núcleo duro del sanchismo.

Begoña Gómez, otra vez ante el juez Peinado: el caso que acorrala a Sánchez

La escena se repite, pero cada vez con tintes más graves: Begoña Gómez vuelve a sentarse ante el juez Juan Carlos Peinado, en esta ocasión para responder por los otros cuatro delitos pendientes que pesan sobre ella y para ser informada de que, previsiblemente, será juzgada por un jurado popular. Un hecho inédito y demoledor: la esposa del presidente del Gobierno en el banquillo, no por cuestiones políticas, sino por presuntos delitos comunes relacionados con tráfico de influencias, corrupción y malversación.

Pedro Sánchez trata de jugar sus últimas cartas: criminalizar al juez Peinado, poner en marcha toda la artillería mediática de su “Brunete propagandística” y utilizar el comodín de Gaza como cortina de humo para desviar la atención. Pero la realidad es otra: mientras se presenta como mediador internacional y como supuesto líder progresista en Europa, en España su familia, su mujer y su hermano están señalados por la justicia, y él mismo aparece ya como cooperador necesario en el último auto judicial.

El juez Peinado ha ido más lejos que nunca: no solo imputa directamente a Begoña Gómez, sino que deja caer de manera clara que nada de lo que supuestamente hizo Gómez habría sido posible sin la complicidad, el silencio y la cobertura de Pedro Sánchez. No hablamos de un caso aislado, ni de rumores, ni de filtraciones interesadas: hablamos de un proceso judicial abierto, con indicios y con la certeza de que el presidente del Gobierno ha estado, como mínimo, en el centro de un lodazal de corrupción que le rodea y que le señala.

Un presidente sin presupuestos, sin apoyos y sin legitimidad moral

Sánchez se ha convertido en un sonámbulo político, un equilibrista que hace malabares para seguir en pie mientras el suelo se abre bajo sus pies. Carece de presupuestos, sus apoyos parlamentarios se resquebrajan y hasta sus socios le recuerdan cada semana que dependen de sus concesiones permanentes. Vive en la fuga hacia adelante, encadenando viajes internacionales, discursos altisonantes sobre Palestina y Gaza, y campañas de propaganda interna para alimentar a los suyos.

Pero en España la realidad le asfixia: un presidente acorralado por la justicia, con una esposa camino del jurado popular y un hermano señalado por Hacienda y por la justicia española. La situación sería insostenible en cualquier democracia seria, si es que queda alguna. Solo aquí, con la maquinaria propagandística de PRISA, RTVE, La Sexta y compañía, se puede seguir vendiendo el relato de un Sánchez víctima de una conspiración judicial.

El intento de linchamiento al juez Peinado

El PSOE y su entorno mediático se han lanzado en tromba contra el juez Peinado. Tratan de presentarle como un radical, un juez politizado, un enemigo de la democracia. Se utiliza el mismo manual que ya se aplicó contra otros jueces incómodos: desacreditar al mensajero para salvar al culpable. Pero el auto judicial es demoledor, y lo que apunta ya no es solo a Begoña Gómez, sino directamente a la Moncloa como epicentro de la trama.

Sánchez lo sabe, y por eso necesita gritar cada vez más fuerte sobre Gaza, Palestina o Israel. Necesita poner titulares internacionales para que los nacionales se entierren bajo el ruido. Pero de poco le sirve: la justicia sigue su curso, y el caso Gómez-Sánchez amenaza con convertirse en la tumba política del presidente.

La política como cortina de humo de la corrupción

Cada vez que un nuevo auto judicial apunta a su entorno, Sánchez reacciona con un viaje internacional, un discurso de “líder mundial” o una campaña victimista. Pero el pueblo español empieza a ver con claridad el patrón: corrupción en casa, propaganda fuera. Un presidente que se comporta como si el poder fuese suyo por derecho divino, incapaz de asumir responsabilidades y que ha hecho del engaño, el marketing y la manipulación la esencia de su mandato.

Lo que está en juego no es solo el futuro judicial de Begoña Gómez, ni siquiera el de Pedro Sánchez. Lo que está en juego es la credibilidad de la democracia española. Si en España la justicia permite que una “primera dama” presuntamente corrupta quede impune, si se blinda a un presidente señalado como cooperador necesario, entonces España habrá perdido el último pilar que sostiene el Estado de Derecho.

Pero esta vez, pese a la propaganda y las cortinas de humo, la verdad se abre paso. Y esa verdad apunta directamente al corazón de La Moncloa.

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