Sánchez no va a caer. Por Onvre Deconstruido
Pero esta vez, de forma inédita, se encuentra en un verdadero apuro
El último golpe lo ha estremecido. Por un instante, solo puede escuchar un intenso pitido, como si sus oídos estuvieran acoplándose debido al desfase de su consciencia con el presente. Su vista se nubla y su mente parece dar un paso atrás para observar, cual espectador de cine, una película borrosa en la que se proyecta lo acontecido unos minutos antes:
…¡y en la esquina izquierda, con calzón rojo! ¡Eeeeel muro soviético! ¡Eeeel Conducator federal! ¡Eeeel guapo, resistente, de gobierno limpio y de opinión cambiante… el puto amo de España! ¡Perro Sánxe! ¡Eeeeeeeeeeel Unoooooooooo!
Un poco más de la mitad del público se levanta como un resorte, rompiendo a aplaudir con una delatora sincronía, forjada a base de horas de ejecución acumuladas durante los últimos siete años. —Nos llamaban los aplaudidores—.
Imbuidos en un trance eufórico, los componentes de su elefantiásico equipo alzan los brazos, aplauden y jalean al público, todos ellos con una botulínica sonrisa de oreja a oreja.
Pilar Alegría masajea los hombros de ‘El Guapo’, mientras María Jesús Montero aplaude ajena a la desconexión de su dedo meñique, que, como si no formara parte de la mano, sufre las violentas sacudidas de unas palmas desbocadas.
Félix Bolaños separa con pies y manos, en un gesto estereotipadamente servicial, las cuerdas de uno de los laterales para que ‘El Muro’ pueda entrar cómodamente al cuadrilátero. Isabel Rodríguez, a modo de Geisha, en perfecta maestría ritual, le retira cuidadosamente el albornoz, mientras Marlaska toma carrerilla y se lanza, deslizándose sobre sus manos y rodillas, con la inercia calculada para alcanzar la esquina justo en el mismo instante en que ‘El Conducator’ descansa sus posaderas sobre su espalda, ahora convertida en taburete.
La dócil plumífera de Igualdad, gustosamente sometida al pedriarcado, se vuelca en los cuidados médicos y mimos de todo tipo que pudiera requerir ‘El Macho Presidente’. Lo hace ella aprovechando que la ministra de Sanidad anda intentando animar a los asistentes con una serie de bailes ‘perreicos’, mientras estos se tapan los ojos tratando de borrar de su mente lo que acaban de ver.
La última escena que observa en su trance la protagoniza Yolanda Díaz vistiendo un tenebrosamente pequeño bikini negro y unos tacones de aguja con los que pelea a golpe de caderona, mientras alza, con su forzada ‘cuquisonrisa’ de ‘ya no soy bolivariana’, el cartel que anuncia el primer round. ¡Glups!
En esos instantes, ‘El Uno’ vuelve en sí. Han pasado dos minutos del sexto round y ha recibido una combinación de golpes que, por primera vez, han puesto sus piernas a temblar.
Está tocado, no entiende lo que ha sucedido. ¿Qué ha podido fallar? Estaba todo controlado: oculto, bajo los guantes y recubriendo sus nudillos; una cobertura de duro yeso que el árbitro Pumpido pasó por alto en la revisión de rigor. Los jueces, designados por el equipo, le aseguran la victoria a los puntos suceda lo que suceda… y la prensa, regada hasta las cejas, controla el relato oficial hasta el extremo de hacer creer a los televidentes que vieron mal.
Al ‘Puto Amo’ no solo le gusta ganar, busca humillar. Le gusta ‘pelear chulo’… con la guardia baja, mostrando el rostro y fintando en el momento justo para que el oponente dibuje un ridículo golpe al aire que lo desequilibre provocando el aplauso y la risa de sus acólitos. En ese momento, 'El Perro Sánxe’ hace lo propio y en vez de golpear le suelta… “ya sabemos que no ganarás, porque no quieres”. El aplauso de sus secuaces es atronador.
Pero esta vez, de forma inédita, se encuentra en un verdadero apuro.
Se tambalea, ha encajado una combinación letal y se avecina una lluvia de golpes. Sabe que tiene la ventaja; puede dar la orden de envenenar el cubo de agua del contrincante o imponer su descalificación, pero necesita llegar al descanso sobre los pies. Solo el KO podría hacerle perder el cinturón.
Necesita mantenerse en pie y que pase un poco de tiempo. Vienen más golpes, pero no va a caer. Intentará tomar distancia, se protegerá con las manos bien arriba y, cuando suene la campana, tomará de nuevo el control. No puede caer. Si cae, el próximo taburete podría ser un banquillo. Aguantará sea como sea hasta oír la campana.
Le han conectado varios golpes, le han llegado y le han hecho daño… pero Sánchez no va a caer.
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