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Simulación de Pedro Sánchez con apariencia de la mafia
OPINIÓN

El Titanic socialista se hunde mientras Sánchez toca el violín

La opinión de Javier García Isac de hoy, martes 24 de junio de 2025

Lo que está ocurriendo en estos momentos en el Partido Socialista y en el Gobierno de Pedro Sánchez supera cualquier ficción política concebida en los despachos de guionistas progresistas. Es la historia de un naufragio anunciado, de un buque averiado que se descompone por dentro mientras su capitán, en lugar de asumir la realidad, insiste en negar lo evidente, acusar a la oposición y aferrarse al poder con uñas, dientes y Falcon.

La última revelación sobre el llamado “caso Ábalos” confirma lo que muchos llevamos tiempo denunciando: no estamos ante manzanas podridas, sino ante un árbol entero, infectado desde las raíces. La incautación de los famosos pen drives a una "íntima amiga" del exministro —actriz porno, para añadir el componente grotesco a este sainete— podría ser la pieza clave de un escándalo que va mucho más allá de comisiones por mascarillas o enchufes a dedo. Se habla ya de grabaciones comprometedoras, conversaciones con ministros, con altos dirigentes e incluso con el mismísimo presidente del Gobierno.

José Luis Ábalos, ese personaje oscuro que pasó de sostenerle el atril a Pedro Sánchez a ser arrojado por la borda sin contemplaciones, empieza ahora a mover ficha. Como ya adelantamos algunos, su objetivo será negociar con la Fiscalía Anticorrupción. ¿Su moneda de cambio? La información que guarda. Porque nadie crea que Koldo era el cerebro de nada. Koldo no es más que el botones del gran hotel de la corrupción socialista. El problema real no es Koldo, sino quién le daba las llaves de las habitaciones. Y Ábalos tiene las respuestas.

No es casualidad que Ábalos intente ahora desviar la atención hacia Santos Cerdán, acusándole de haber exportado desde Navarra un modelo corrupto que empapó al resto del partido. Como si el PSOE no llevara décadas funcionando como una maquinaria perfectamente engrasada de colocación, clientelismo y saqueo institucional. Lo que vivimos no es un ajuste de cuentas puntual. Es una guerra interna. Es el “sálvese quien pueda” de un régimen podrido, donde ya nadie se fía de nadie y donde las ratas abandonan el barco buscando acuerdos con fiscales y jueces. Víctor de Aldama ya lo hizo. Fue el más listo. Pactó cuando el PSOE lo dejó tirado. Y Ábalos, aunque tarde, ha tomado nota.

Pero esto no termina en Ábalos. Faltan aún muchas piezas del puzle. ¿Cuál fue el papel de José Bono y Rodríguez Zapatero en la trama de los hidrocarburos? ¿Cómo justifican su espectacular incremento patrimonial? ¿Por qué todo esto apesta a cloaca, a oscurantismo y a impunidad consentida? ¿Y qué decir del papel de Santos Cerdán, el mismo que era interlocutor de confianza con Bildu y con el fugado Carles Puigdemont? ¿Se puede gestionar un país con semejantes socios y semejantes operadores políticos?

La respuesta es no. Pero Pedro Sánchez lo intenta. Y mientras el escándalo le devora, se aferra a la propaganda, al victimismo, a los relatos prefabricados y a su red mediática de protección. ¿Durante cuánto tiempo más podrá sostener esta farsa? Porque ni todos los Javier Ruiz, ni los Cintora, ni las Intxaurrondo del mundo podrán tapar eternamente esta montaña de podredumbre. El cortafuegos no funciona. Y el hedor ya es insoportable.

España vive en estos momentos una situación de auténtico colapso institucional. Un presidente enredado en escándalos, cercado por las investigaciones, con ministros salpicados, altos cargos dimitidos o imputados, y con una Fiscalía General del Estado que no da abasto para contener la sangría judicial. El cerco se estrecha sobre figuras clave, como María Jesús Montero, la ministra de Hacienda, cuyo entorno andaluz está siendo investigado tras la dimisión de su número tres y los vínculos de su segundo con Víctor de Aldama. ¿Cómo se sostiene todo esto? ¿Qué más hace falta para que se active una moción de censura, una dimisión en bloque, una regeneración real?

También deberían estar tomando nota dos personajes fundamentales en esta tragedia: Ángel Víctor Torres, el ministro que aparece en más de una conversación comprometedora con Koldo, y Paca Armengol, actual presidente del Congreso, salpicada por los contratos de mascarillas en Baleares. Ambos deberían estar, como mínimo, declarando ante la justicia. Pero aquí no pasa nada. Aquí el PSOE sigue gobernando, como si todo fuera normal. Como si no estuviéramos ante el mayor escándalo de corrupción de nuestra democracia. Ahora lo importante es que la reforma de la justicia que propone Félix Bolaños, la vieja del visillo, no llegué a materializarse, pues es la única tabla de salvación que les quedan

Y mientras tanto, Pedro Sánchez ensaya su papel favorito: el de víctima. El hombre que asegura estar siendo atacado por "fuerzas oscuras", por "la derecha y la ultraderecha", por "el fango". El que pidió cinco días de reflexión, pero no ha dedicado ni cinco minutos a explicar su implicación en este escándalo. El que dice combatir bulos, mientras su entorno mintió sobre el apagón eléctrico, el caso Koldo, el caso Delcy, y cada uno de los capítulos de esta novela de terror político.

Sánchez está en un callejón sin salida. Tiene tres opciones, y todas igual de tóxicas: resistir hasta el final y bolivarianizar España, tal como desea; acabar en prisión si la justicia hace su trabajo; o huir al exilio dorado que ya preparan algunos, con destino República Dominicana o cualquier otra latitud donde la corrupción española se disfrace de cooperación internacional.

Pero ni los fontaneros ni los asesores mediáticos podrán salvarle. Esta vez no. Esta vez el PSOE no podrá envolverse en la bandera ni esconderse detrás de la memoria histórica. La realidad es tozuda. Y aunque la orquesta siga tocando en la cubierta del Titanic socialista, el barco se hunde. Y esta vez, señor Sánchez, usted va dentro. Porque ni Bildu, ni Puigdemont, ni los medios serviles, ni Zapatero, ni Cerdán, ni Bono, ni Montero, ni Torres, ni Armengol, ni su propio Falcon, podrán salvarle del destino que usted mismo se ha labrado.

Y cuando ese momento llegue, que llegará, recordaremos que no fue por falta de advertencias. Fue por soberbia, por arrogancia y por esa infinita adicción al poder, a costa de lo que sea. Aunque se hunda España. Aunque se hunda todo. Aunque ya no quede ni uno.

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