
Noboa, la esperanza de Ecuador: ¿El principio del fin del chavismo en Hispanoamérica?
Daniel Noboa representa una esperanza para Ecuador, pero también un mensaje para toda la región
Algo se mueve en América. Y no es poca cosa. La victoria electoral de Daniel Noboa en Ecuador no es un hecho aislado, sino una muestra más de que el viento está cambiando en Hispanoamérica. El pueblo, ese al que tanto dicen defender los socialistas del siglo XXI, ha hablado alto y claro. La ola populista y criminal del chavismo y sus derivados comienza a resquebrajarse. La hegemonía ideológica del Grupo de Puebla, esa alianza siniestra de socialistas, comunistas y progresistas de salón, empieza a desmoronarse. Y sí, es para que Zapatero esté verdaderamente nervioso.
Daniel Noboa representa una esperanza para Ecuador, pero también un mensaje para toda la región: hay vida más allá del socialismo, del asistencialismo corrupto, del relato victimista que ha empobrecido a millones mientras enriquecía a las élites bolivarianas. Su victoria ha sido limpia, democrática y esperanzadora. Por eso mismo, no extraña que los voceros del chavismo, los que viven instalados en la mentira y el fraude, hayan salido a denunciar “tongo” en Ecuador. Sí, los mismos que convirtieron las elecciones venezolanas en un circo al servicio de Maduro y su mafia, ahora se atreven a dar lecciones de democracia.

El chavismo acusa de fraude a todo aquel que no se someta a su dictado. Y en esa estrategia están acompañados por los mismos de siempre: los foros, los observadores trampa, los activistas con carné del Grupo de Puebla. La victoria de Noboa rompe ese guion. Como lo hizo antes Javier Milei en Argentina, como lo viene haciendo Nayib Bukele en El Salvador, y como lo representó en su día Donald Trump en Estados Unidos. Con sus diferencias, todos tienen un denominador común: se enfrentaron y enfrentan al globalismo, a las élites progresistas, al pensamiento único de la Agenda 2030.
La izquierda no soporta perder el poder. Por eso, cuando no ganan, denuncian fraude. Cuando lo pierden, acusan de fascismo. Cuando la gente vota libremente y no les elige, dicen que el pueblo fue manipulado. Y cuando pierden de forma estrepitosa, como ha sucedido en Ecuador, comienzan los llantos, las amenazas y la victimización. Ya no engañan a nadie. El cuento del socialismo redentor ha terminado convirtiéndose en una pesadilla continental.
El socialismo español no pasa por su mejor momento, y no es ajeno a este cambio de ciclo. Pedro Sánchez, el mayor exponente del marketing político y del uso partidista de las instituciones, se ve cada vez más solo. Su íntimo amigo Zapatero —el que blanqueó a Maduro, el que acompañó al chavismo en sus peores momentos, el que aún cree que Cuba es una democracia— observa impotente cómo sus aliados ideológicos caen uno a uno. El retroceso del Grupo de Puebla es el retroceso de su legado. Lo que ocurre en Ecuador es un duro golpe al entramado político e ideológico que han sostenido durante décadas.

Daniel Noboa tiene ahora la responsabilidad de no defraudar. De ser firme, de no dejarse seducir por las presiones internacionales ni por los pactos con los de siempre. Su victoria es la de quienes aún creen en la soberanía nacional, en el respeto a la ley, en la propiedad privada, en la libertad frente a la imposición estatalista. Si cumple su palabra, si se rodea de los mejores y no de los más ruidosos, puede convertirse en un punto de inflexión en la historia reciente del continente.
Hispanoamérica necesita líderes valientes, no burócratas vendidos al discurso progresista. Necesita orden, seguridad, libertad económica y moral. Necesita cortar el cordón umbilical con el chavismo y su red de complicidades. Ecuador ha dado un paso valiente. El continente entero lo observa. Puede que estemos asistiendo al principio del fin del socialismo criminal que ha empobrecido y dividido a nuestras naciones.
Y eso, que nadie lo dude, hace temblar a Zapatero.
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