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Jair Bolsonaro
OPINIÓN

Lula, Moraes y el encarcelamiento de Bolsonaro: la dictadura roja avanza en Brasil

La opinión de Javier García Isac de hoy, jueves 18 de septiembre de 2025

Lo que está sucediendo en Brasil es la prueba más clara de lo que venimos denunciando desde hace años: a la izquierda no se le puede dar la espalda, ni un solo segundo de confianza. El corrupto Luiz Inácio “Lula” da Silva, que volvió al poder tras unas elecciones manchadas de irregularidades y trampas, ha encontrado en su juez de cámara, Alexandre de Moraes, el instrumento perfecto para liquidar a su rival político más peligroso: Jair Bolsonaro.

Ahora, la maquinaria represiva del progresismo brasileño ha dictado una condena de 27 años de cárcel contra Bolsonaro por un supuesto “intento de golpe de Estado”. La mentira, la manipulación y el relato vuelven a ser las armas de la izquierda, las mismas que ya hemos visto en Venezuela, Nicaragua, Bolivia o la propia España bajo el sanchismo.

Bolsonaro fue víctima de un intento de asesinato, sobrevivió milagrosamente, aunque con graves secuelas de las que siguen recuperándose. Con anterioridad, cuando el pueblo lo llevó al poder, lo combatieron con todos los medios a su alcance. En las últimas elecciones, le robaron la victoria en las urnas, manipulando el proceso electoral con la complicidad de organismos internacionales, y ahora lo encarcelan acusándole de lo que nunca hizo: dar un golpe de Estado.

El golpe real es el que hoy consuman Lula y Moraes. El golpe es el de robar la voluntad popular, perseguir a la oposición y convertir a Brasil en un satélite más del eje chavista. Lula da Silva, condenado y encarcelado en su día por corrupción, liberado gracias a sus jueces amigos, y reciclado como “estadista progresista” por la maquinaria mediática internacional, es hoy un caudillo al estilo bolivariano. Y como todo tirano, no soporta la existencia de un adversario libre. Sólo buscaba vengarse de su derrota y que Bolsonaro pagará por la osadía de haber ganado unas elecciones.

Brasil camina hacia un modelo que conocemos demasiado bien: el de Venezuela. Encarcelar opositores, criminalizar la disidencia, controlar los jueces y blindar el poder para que nadie pueda arrebatarlo. Alexandre de Moraes no es un juez independiente, es el comisario político de Lula, un hombre puesto para perseguir a todo aquel que no se someta a la agenda de la izquierda global.

No se trata solo de Brasil. Lo que allí ocurre forma parte de una estrategia internacional perfectamente coordinada: el eje chavista, respaldado por Cuba, Venezuela, Nicaragua, el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla. Todos ellos trabajan en la misma dirección: acabar con la libertad, destruir a los rivales políticos, manipular a las masas con propaganda y perpetuarse en el poder bajo el disfraz de una democracia vacía.

Lo de Bolsonaro no es un caso aislado: es el manual de la izquierda. Primero lo intentaron matar. Después le robaron las elecciones. Y ahora lo condenan a casi tres décadas de cárcel para borrar su figura de la vida política. Quieren hacer de él un “cadáver político”, exactamente igual que intentaron con Trump en Estados Unidos, o como Sánchez intenta en España con la oposición, usando fiscales y jueces a su servicio.

Lo que ocurre en Brasil es una advertencia para el mundo libre: la izquierda no juega limpio, no acepta las reglas, no admite la derrota. Su único objetivo es el poder, a cualquier precio. Bolsonaro representa a millones de brasileños que creen en la patria, en la familia, en el orden, en la libertad. Por eso lo odian. Por eso lo encarcelan.

Brasil ha entrado en la senda de la tiranía roja. El silencio cómplice de los medios internacionales y de las organizaciones globalistas demuestra que no estamos ante un asunto judicial, sino ante una ofensiva política de gran calado. Y frente a ello solo cabe decir una cosa: esto debe parar ya.

Bolsonaro no es un golpista, es la víctima de un golpe urdido por Lula y Moraes. Un golpe contra la democracia, contra la verdad y contra el pueblo brasileño. Hoy lo encarcelan a él. Mañana, si no reaccionamos, será a cualquiera que se atreva a plantar cara a la maquinaria criminal de la izquierda.

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