
Baltasar Garzón: El Prevaricador que Mueve los Hilos del Poder Judicial del Sanchismo
La opinión de Javier García Isac de hoy, jueves 12 de junio de 2025
Si hay una figura que encarna la degradación absoluta de la justicia en España, ese es Baltasar Garzónl, el juez expulsado por prevaricar, el mismo que hoy mueve los hilos del Ministerio de Justicia, de la Fiscalía General del Estado y de buena parte de las cloacas judiciales del sanchismo. Porque sí, aunque no figure en organigramas oficiales ni en ruedas de prensa institucionales, Garzón es el auténtico “Guti’ del régimen, el jugador en la sombra que da el pase, construye la jugada y marca sin aparecer en la foto. El poder sin firma. La mano que mece la toga.
Un juez con delirios de poder y sed de venganza
Para comprender la actual podredumbre del sistema judicial, hay que retroceder. Baltasar Garzón fue juez estrella durante los años del felipismo. Un personaje que siempre quiso ser ministro, pero al que Felipe González, con todo su cinismo y pragmatismo, prefirió mantener a raya. Cuando no lo nombró ministro, Garzón se sintió traicionado. Y como en toda historia de despecho y poder, comenzó su particular venganza: filtraciones, sumarios mediáticos, persecuciones judiciales interesadas. Un juez que jamás buscó justicia, sino protagonismo. Un instructor mediocre, torpe, que convertía cada sumario en un espectáculo.
Su trayectoria está jalonada de fracasos judiciales, casos mal instruidos, causas archivadas, y resoluciones tumbadas por instancias superiores. Pero lo peor vino cuando fue expulsado de la carrera judicial por prevaricación. Sí, el actual gran arquitecto judicial del sanchismo fue fulminado por vulnerar derechos fundamentales y manipular causas. Un juez que debería estar inhabilitado para cualquier cargo público, y que sin embargo, se ha convertido en la mente jurídica del régimen de Pedro Sánchez.
Sánchez ya quiso hacerlo ministro, era la segunda intentona
Pocos lo recuerdan, pero Pedro Sánchez barajó a Garzón como ministro de Justicia, igual que lo había barajado Felipe González, y por algo todavía no suficientemente aclarado, optó por dejarlo en un segundo plano, cosa que como te comentado, no sentó nada bien al prevaricador ex juez. Fue en 2018, cuando conquistó el poder a través de la moción de censura a Rajoy. Alguien, con sentido común o con miedo al ridículo, le advirtió de que nombrar a un juez prevaricador como ministro de Justicia era cruzar demasiadas líneas. No era decoroso, ni siquiera para el sanchismo.
Pero como buen narcisista resentido, Garzón no se quedó de brazos cruzados. Si él no podía ser ministro, lo sería su entorno. Y colocó a su pareja sentimental y compañera de fatigas ideológicas, Dolores Delgado, al frente del Ministerio de Justicia. Delgado, fiscal de profesión, pasó a ejercer como peón político. El mismo día que fue nombrada, ya se sabía quién mandaba: no era Delgado, era Garzón.
Dolores Delgado: de ministra a fiscal general como premio
La historia es tan escandalosa que cuesta creer que haya pasado sin consecuencias. Durante su etapa como ministra, Dolores Delgado se vio salpicada por los famosos audios de Villarejo, donde aparecía en conversaciones bochornosas junto a su pareja, Garzón, y el comisario de las cloacas Villarejo. Garzón siempre se ha movido muy bien en esos ambientes. Audios que revelaban el funcionamiento interno del verdadero Estado profundo socialista, las cenas en reservados, las amenazas veladas, los chantajes institucionales, las eficacia de las redes de extorsión vaginal. Todo quedó en nada.
Pero Sánchez, lejos de cesarla o apartarla, la premió con la Fiscalía General del Estado, convirtiendo a una política militante, pareja de un juez expulsado, en la máxima garante de la legalidad en España. Una anomalía solo explicable desde la lógica del sanchismo: todo vale para proteger el régimen. Cuando Delgado se cansó, o cuando el escándalo amenazaba con incendiar Ferraz, su sucesor fue Álvaro García Ortiz, otro peón, otro “hombre de Garzón”.
Álvaro García Ortiz: el alumno aventajado del prevaricador
El actual fiscal general del Estado, imputado por revelación de secretos en el caso Ayuso, no es más que el último alfil de este entramado. Su lealtad no está con la ley ni con los ciudadanos. Su lealtad está con Pedro Sánchez y con Baltasar Garzón. Cuando la justicia amenaza con acercarse demasiado al círculo del presidente, García Ortiz actúa como cortafuegos: archiva, dilata, silencia, filtra o manipula. Todo con el visto bueno de su mentor en la sombra.
De hecho, ha sido el propio Garzón quien recientemente ha pedido cerrar filas en torno al imputado fiscal general, confirmando lo que muchos sabíamos: el verdadero fiscal general del Estado se llama Baltasar Garzón.
Garzón y sus vínculos con el chavismo
Pero si esto fuera poco, no podemos obviar su estrechísima relación con regímenes autoritarios en Hispanoamérica. El despacho de Garzón mantiene relaciones fluidas con Venezuela, Ecuador y Bolivia, todos ellos enclaves del Foro de São Paulo y del Grupo de Puebla. Se le ha vinculado también con Cristina Fernández de Kirchner, la saqueadora de Argentina, para la que ejerció como asesor jurídico en sus causas por corrupción. Es el jurista de cabecera del socialismo bolivariano, el arquitecto del lawfare cuando conviene, y el abogado del poder cuando hay que blindar al tirano.
El daño irreparable de Garzón a la justicia española
La historia de Baltasar Garzón es la historia de la instrumentalización de la justicia con fines políticos, del uso del Estado como un cortijo privado, de la conversión del sistema judicial en una prolongación del partido. Garzón ha hecho de la toga una bandera ideológica, ha contaminado todo lo que ha tocado: desde la Audiencia Nacional hasta la Fiscalía General del Estado. Su paso por la justicia no solo ha sido nefasto, ha sido letal para la credibilidad del sistema.
Hoy, mientras muchos miran a Bolaños, a García Ortiz o a Delgado, el auténtico jefe del poder judicial paralelo del sanchismo sigue siendo él: el prevaricador, juez expulsado y operador en la sombra, Baltasar Garzón.
Y que nadie se lleve a engaño: si Sánchez continúa en Moncloa, Garzón seguirá dictando sentencias desde su despacho, nombrando fiscales desde su teléfono, y blindando a los corruptos desde sus redes de poder. Porque para el sanchismo, Garzón no es un problema: es un pilar.
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