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Grupo de jóvenes posando juntos en la calle, algunos de ellos sostienen machetes y cuchillos, todos miran a la cámara con expresiones desafiantes
OPINIÓN

Inmigración y delincuencia: la inseguridad que el gobierno no quiere ver

La opinión de Javier García Isac de hoy, jueves 4 de septiembre de 2025

España está cambiando, y no precisamente para mejor. Mientras el gobierno nos vende la llegada de millones de inmigrantes como la panacea para sostener las pensiones, las calles de nuestras ciudades cuentan una realidad muy distinta: más inseguridad, más delincuencia, más miedo.

La mentira de la integración

La propaganda oficial insiste en la palabra mágica: integración. Pero basta con salir a la calle en barrios de Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao o Sevilla para comprobar que no existe tal cosa. Lo que hay son guetos. Espacios donde las leyes españolas no significan nada, donde el respeto a la mujer brilla por su ausencia, donde la policía se juega la vida cada vez que entra.

La delincuencia vinculada a inmigrantes se dispara: robos violentos, bandas juveniles, agresiones sexuales, okupaciones, tráfico de drogas. No lo dice la “ultraderecha”, lo dicen las propias estadísticas judiciales y penitenciarias: el porcentaje de presos extranjeros es abrumador. Y lo peor es que la tendencia no deja de crecer.

El negocio de la inmigración

La inmigración masiva se ha convertido en un negocio redondo para ONGs, asociaciones subvencionadas y políticos corruptos. Con el dinero de todos, se financia la llegada, estancia y manutención de miles de personas que ni trabajan ni piensan integrarse. Mientras tanto, el parado español, el autónomo arruinado o el joven sin futuro tienen que escuchar que “gracias a la inmigración habrá pensiones para todos”.

Es un insulto. Y además, una mentira. La realidad es otra: el inmigrante ilegal cuesta dinero al Estado, y ese dinero sale del bolsillo de los españoles honrados que cada vez se sienten más inseguros en sus propios barrios.

Delincuencia e impunidad

No es solo delincuencia: es la sensación de impunidad. Multirreincidentes que vuelven a la calle a las pocas horas, mafias extranjeras operando sin control, policías atados de pies y manos por la corrección política. Y un gobierno que, en lugar de proteger a sus ciudadanos, protege al delincuente, al mantero, al okupa, al violador reincidente.

El resultado es evidente: España se ha convertido en un país inseguro. Barrios enteros han dejado de ser transitables. Las mujeres tienen miedo de volver solas a casa. Los mayores evitan salir de noche. Y mientras tanto, los ministros miran para otro lado, repartiéndose subvenciones y viajando en Falcon.

De la delincuencia al voto cautivo

El plan del gobierno es perverso pero claro: importar inmigración desordenada que dependa del Estado, que genere miedo en la población española y que, con el tiempo, se convierta en bolsas de votos aseguradas. Hoy son delincuentes en barrios marginales, mañana serán electores agradecidos al partido que les dio papeles, subsidios y nacionalidad exprés.

La relación entre inmigración descontrolada y delincuencia es evidente. Negarla es mentir. Y el gobierno, con el PSOE a la cabeza, es responsable directo de esta situación. Ha convertido la inseguridad en norma, ha abandonado a los ciudadanos y ha entregado las calles a las mafias y a la delincuencia importada.

España no necesita más inmigración ilegal, no necesita más guetos ni más delincuencia. España necesita orden, seguridad y autoridad. España necesita un gobierno patriota que ponga a los españoles primero.

Porque la verdad, por incómoda que sea, no se puede ocultar:

La inmigración masiva no trae pensiones, trae delincuencia.

Los guetos de hoy son la inseguridad de mañana.

España no necesita invasión, necesita protección.

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