
Sergio, el médico del Papa Francisco, sorprende con su inédita confesión: 'Tenía...'
El testimonio de Sergio Alfieri, el médico del Pontífice, aporta nuevos detalles sobre sus últimos momentos de vida
El silencio en Roma pesa más que nunca. La ciudad se ha envuelto en un ambiente de recogimiento, con miles de fieles agolpados alrededor de la basílica de San Pedro. Todos buscan rendir homenaje al Papa Francisco, el hombre que cambió la historia reciente de la Iglesia y que, con su partida, deja un vacío difícil de llenar.
En medio de esta atmósfera solemne, ha emergido una voz cercana al Pontífice. Sergio Alfieri, el médico que lo acompañó durante años, ha compartido una serie de vivencias que revelan el vínculo profundo que lo unía con Francisco. Sus palabras han provocado emoción y asombro.

La conexión que fue más allá de la medicina
Sergio Alfieri no solo fue el cirujano personal del Papa Francisco, fue testigo y partícipe de momentos íntimos, decisiones difíciles y encuentros inolvidables. Desde la primera operación en 2021, la relación entre ambos se transformó en algo más que profesional. Alfieri no duda en describirla como una unión marcada por la confianza, la estima y, sobre todo, por el afecto.
Confiesa que el Papa nunca quiso dejar asuntos pendientes, poco antes de morir, le pidió organizar una reunión con todo el personal sanitario que lo había tratado en el Gemelli. Eran setenta personas, pero Francisco insistió en verlos. "Me reuniré con ellos el miércoles", respondió con firmeza, era como si intuyera que le quedaba poco tiempo.
El momento más duro llegó la madrugada del lunes, cuando Alfieri recibió una llamada de urgencia a las 5.30 que le hizo intuir la gravedad de la situación. Fue Strappetti, el enfermero de confianza del Papa, quien le alertó con un tono urgente. El Papa estaba muy mal y cabía la posibilidad de que tuvieran que llevarlo de nuevo al hospital Gemelli.

Aunque avisó a su equipo médico, Alfieri se presentó en Santa Marta apenas veinte minutos después. Al entrar en la habitación, lo encontró inmóvil sobre la cama, con la mirada perdida y sin reaccionar a ningún estímulo. "Tenía los ojos abiertos, no me respondía, no había nada que hacer", confiesa en una entrevista para El Mundo.
En ese momento supo que no era necesario trasladarlo: no solo por el riesgo de que no aguantara, sino porque el Papa había expresado su deseo de morir en casa. Pocos momentos después, rodeado de su equipo más cercano, Francisco falleció en paz.
Un secreto compartido y una última bendición
A pesar de lo delicado de su salud, el Papa Francisco nunca perdió su carácter ni su capacidad de tomar decisiones con claridad. Durante la primera intervención, ocurrió algo que hasta ahora se mantenía en secreto.
Justo antes de entrar a quirófano, el Pontífice pidió ver a Alfieri. Cuando el médico entró, Francisco le bendijo las manos, "Solo entendí su significado más tarde", admitió. Era su forma de decirle que debía curar con el corazón, no solo con la técnica.

El médico también reveló que en más de una ocasión el Papa intercedió para preservar hospitales con identidad católica. Uno de los casos fue el del hospital Fatebenefratelli, que estuvo a punto de venderse. Gracias a las gestiones iniciadas por Francisco, el centro fue salvado, "Este deseo me vino de dentro", dijo entonces el Pontífice.
En la última hospitalización, todos temieron lo peor, pero el Papa, fiel a su estilo, volvió a sorprender. Se recuperó lo suficiente como para volver a casa y seguir trabajando, según Alfieri, nunca quiso abandonar su deber hasta el último momento. Su voluntad era clara: morir en su hogar, en paz, rodeado de quienes compartieron con él algo más que una vida pública.
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