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La infanta Elena sonríe mientras dos iconos de burbujas de diálogo con signos de interrogación aparecen en el fondo.
CORAZÓN

Ni Abu Dabi ni Marbella: esta es la exótica ciudad donde se refugia la infanta Elena

La infanta Elena no ha estado con Juan Carlos I en Abu Dabi, ha optado por estar unos días en Tánger

Muchos daban por hecho que la infanta Elena había viajado a Abu Dabi para estar con su padre. En plena polémica por la demanda del rey Juan Carlos a Miguel Ángel Revilla, se aseguraba que sus hijas estaban a su lado. Pero la realidad ha sido muy distinta y sorprende por lo inesperada.

Elena ha decidido poner tierra de por medio. Y no ha escogido un destino cualquiera, sino uno con historia, encanto y mucha discreción. En lugar de volar hacia los Emiratos o hacia Marbella, Elena se ha refugiado en la exótica ciudad marroquí de Tánger.

Infanta Elena con una camisa de palmeras y un collar de perlas posando frente a un fondo promocional de una película.

Acompañada por su inseparable amiga Rita Allendesalazar y otra amiga de origen francés, la infanta pasó varios días alejada del foco mediático. Su destino fue el exclusivo hotel Villa Josephine, una joya colonial conocida por su elegancia clásica. Es uno de esos lugares que parecen detenidos en el tiempo.

Ubicado en lo alto de una colina, el hotel ofrece vistas panorámicas al estrecho de Gibraltar. Tiene jardines exuberantes, piscina exterior y salones con chimenea ideales para las noches más frescas. Allí, Elena ha hecho lo que más le gusta: compartir momentos íntimos con sus amigas más cercanas.

Durante la estancia, apenas abandonó el recinto. Participaba en los desayunos del hotel, conocidos por su calidad y sabor marroquí. También se dejaba ver a la hora de las comidas, en uno de los restaurantes mejor valorados de la ciudad.

La Semana Santa de la infanta Elena

Mientras en España muchos se preguntaban dónde estaba la infanta Elena, ella disfrutaba de la tranquilidad de Marruecos. Nada de medios, ni paseos públicos, ni reuniones con su padre. Solo tiempo para sí misma, con la protección habitual de sus escoltas españoles y marroquíes.

Su presencia en Villa Josephine no pasó desapercibida entre el personal. La describen como educada, discreta y encantada de probar platos locales como el tradicional mishui, el cordero asado típico de la zona. Eso sí, siempre con su inseparable Coca-Cola light.

La decisión de Elena choca con la imagen de unidad familiar que algunos pretendían vender. Ni se reunió con don Juan Carlos ni voló a Abu Dabi como muchos titulares aseguraban. Informalia ha confirmado en exclusiva que la infanta eligió Tánger para pasar los días santos.

Infanta Elena en un acto isntitucional

Esta escapada no solo revela un cambio en los hábitos de la infanta Elena. También confirma el derrumbe progresivo de las viejas costumbres de los Borbón. Aquellas Semanas Santas en Mallorca, con la familia al completo y la Misa de Pascua como centro, son cosa del pasado.

Hoy ya no hay fotos de grupo, ni saludos a la entrada de la catedral, ni posados oficiales. De hecho, ni sobrinos ni nietos parecen interesados en continuar esa tradición. Desde el divorcio de los Marichalar y los escándalos del clan Urdangarin, la familia real ha ido dispersándose.

Como en la novela Los diez negritos de Agatha Christie, cada año desaparece un miembro del ritual sin que nadie lo evite. Esta Semana Santa ha sido otra prueba de ello. Ni Felipe VI, ni Letizia, ni sus hijas han aparecido en actos religiosos, y Elena ha preferido Tánger al altar.

La elección de Tánger no es casual. Para Elena, Marruecos siempre ha sido un lugar cómodo, cercano y familiar. No solo por el clima o el paisaje, sino por la excelente relación que su padre mantiene desde hace años con la monarquía alauita.

La infanta Elena con gafas de sol y cabello largo camina por una calle, vestida con un traje oscuro y una camisa de lunares, mientras un motociclista pasa por detrás.

La seguridad personal de la infanta estuvo garantizada por miembros españoles y también por agentes marroquíes. Todo organizado para que pudiera disfrutar sin interrupciones ni molestias. De hecho, los testigos aseguran que parecía verdaderamente relajada.

“Un lugar donde se paró el tiempo”, reza una de las reseñas de Villa Josephine. Es, sin duda, una descripción acertada de lo que la infanta Elena buscaba: pausa, desconexión y cierto lujo sin ostentación. Muy lejos del ruido mediático que ahora rodea a su padre en los Emiratos.

La infanta Elena se ha refugiado de la tormenta mediática

En contraste con el silencio de Elena, su padre ha vuelto a protagonizar titulares. Primero por su demanda al expresidente cántabro Miguel Ángel Revilla, y luego por los rumores sobre una nueva batalla judicial contra su excompañera Corinna Larsen. Aunque esta última aún no se confirma del todo.

Juan Carlos I y la infanta Elena, un hombre y una mujer, posan sonrientes en un evento nocturno.

Los medios situaban a las infantas a su lado, en Abu Dabi, como muestra de apoyo. Pero la realidad ha desmontado esa versión por completo. Al menos en el caso de Elena, su ausencia junto al rey emérito ha sido total.

Su decisión también deja claro un punto: la infanta mantiene cierta distancia con las polémicas. A pesar de la relación de cariño que mantiene con su padre, no está dispuesta a implicarse en sus conflictos. Y lo ha demostrado eligiendo un destino exótico, refinado y alejado del foco.

Tánger le ha ofrecido lo que Marbella o Abu Dabi no podían: anonimato, tradición y un ambiente que mezcla Europa y África. En ese refugio temporal, la infanta ha desconectado del presente para refugiarse en lo que más valora. Momentos tranquilos, una conversación entre amigas y el calor del sol marroquí.

Sus decisiones, aunque pequeñas, hablan de una mujer que se resiste al ruido de palacio. Que prefiere rodearse de lealtades silenciosas antes que aparecer en titulares. Y que, lejos de todo lo que se ha dicho, ha escrito su propia Semana Santa en un rincón muy especial del norte de África.

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