
Fuera de guion
Por Enrique Galán
“...y vio Dios que todo era bueno” dice el comienzo del Génesis. Quizá a alguien le parezca exagerado decir “todo” pero, por muy redundante que parezca, se usa ese término porque significa justo y exactamente eso: todo. Y, si una característica tiene esa palabra, es que engloba el cien por cien de los elementos posibles.
Cuando se escribiera por vez primera ese “todo era bueno”, seguramente no estarían incluidos muchos de los elementos que hoy son posibles, sin embargo, al materializarse hoy, pueden incluirse en esa totalidad.
Desde hace relativamente poco, hay por ahí un grupo de jóvenes que hacen vibrar al mundo porque a ellos les hace vibrar algo tan sencillo como Dios. Han entendido a la perfección el significado de ese “todo”: Hakuna.
Prueba de ello es que este febrero, y casi simultáneamente, saltaban al escenario del Cartuja Center de Sevilla y a la gran pantalla de buena parte de los cines de España para contar su verdad a través de la música, la imagen, el sonido y, muy por encima de todo ello, el silencio.
Por partes.
En Sevilla se plantaron delante de 3500 personas un 8 de febrero para demostrar que los católicos cantan, saltan y bailan. Y lo hicieron a la perfección. Consiguieron que, en la mismísima noche del cine español, 3500 personas (y las que se quedarían fuera) se congregaran para, nada más y nada menos que rezar. Para rezar por el mundo y por la Iglesia, para dejar a un lado los conflictos y las complicaciones, para dar un golpe encima de la mesa y ser felices a pesar de los pesares, para poner todos esos pesares en las manos de quienes ellos saben y confían que puede arreglarlos.
Uno de sus lemas, o Hakufrases como las denomina uno de sus sacerdotes, dice “escandalosamente alegres”. Sin duda alguna alegres son y, sin duda alguna, al que más y al que menos, al ver a estos chicos le escandalizará que llenen un recinto como el sevillano para chillar y gritarle al mundo que se quieren porque Dios los quiere a ellos.
Cambiando de tercio, el 14 de febrero, y en completa sintonía con el concierto de Sevilla, tocaban la puerta de los cines nacionales para lanzar “Descalzos”. Una absoluta oda a la música, a la imagen, el sonido, la naturaleza y el silencio. En el documental han desvelado, con la compañía de varios miembros de Hakuna y de invitados tan conocidos como Manuel Alejandro o Javi Nieves, cómo cuando se para el tiempo y se congela el sonido y el ruido en un instante para extenderlo hasta el infinito se pueden crear maravillas. Para contar al espectador que el éxito no es cuestión de números, que las fórmulas comerciales se deshacen cuando se añade la incógnita que hace al espectador trascender a algo que está muy por encima de él.
No tienen explicación, por más que uno intente buscarla, no la tiene, al menos aquí. Estos chicos han roto todas las barreras, todos los moldes, por una sencilla razón: disfrutan lo que viven y lo que son, ellos “baila y se dejan de historias”, ellos disfrutan del “arte de vivir” porque se han aplicado y aprendido que “todo era bueno”, todo lo que tienen a su alcance: una guitarra, una batería, un amplificador, una cámara de cine, un cuadro por pintar, una canción por componer, un desconocido con el que rezar.
Llenan Vistalegres, llenan Winzinks, llenan Cartujas, llenan cines, ¿lo seguirán haciendo? Seguro. A la espera están de saltar a México el próximo 14 de marzo y dar el primer concierto en Sudamérica.
Han revolucionado todo lo que han tocado pero “la revolución empieza aquí”, la revolución de los que “se mueren de vivos”.
¿Son noticia? Desde luego que no. ¿Si lo fueran serían esperanza para muchos? Sin duda alguna, y además estos sí son mayoría (hecho que le encarecería mucho a cierta plataforma digital americana producir un documental contando las historias de estos chicos).
En un mundo lleno de estándares, de normas, de políticamente correcto, Hakuna está, completamente, fuera de guión.
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