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Dos personas de pie, una con la mano en el pecho y la otra saludando, con banderas en el fondo.
POLÍTICA

El dictador Daniel Ortega pide reformar la Constitución para darle poder a su mujer

Organismos internacionales advierten que estas medidas buscan institucionalizar la dictadura y sofocar toda resistencia

El régimen de Daniel Ortega busca reformar la Constitución de Nicaragua para instaurar el cargo de “copresidenta” para Rosario Murillo. Ortega anunció su intención de reconocer formalmente el rol de su esposa como “copresidenta” en una reforma constitucional que aún no existe.

La Constitución actual solo contempla la figura de vicepresidente, rol que Murillo desempeña desde enero de 2017, pero Ortega quiere ir más allá. El Congreso, dominado por el oficialismo, no tardaría en responder a esta solicitud, dada su obediencia al régimen del matrimonio Ortega-Murillo.

Los analistas consideran que esto es un nuevo paso hacia la consolidación de un régimen totalitario, eliminando cualquier disidencia institucional. Ortega argumenta que la reforma refleja una realidad de poder compartido, pero críticos ven en ello un intento de perpetuar el control del país.

Dos personas sostienen banderas de Nicaragua.

El discurso de Ortega coincide con un contexto de represión interna, exilio forzado de opositores y control absoluto sobre las instituciones del Estado. Desde las protestas de 2018, miles de nicaragüenses han huido del país, y cualquier oposición organizada ha sido prácticamente desmantelada.

Organismos internacionales, como Human Rights Watch, advierten que estas medidas buscan institucionalizar la dictadura y sofocar toda resistencia. La comunidad internacional ha condenado repetidamente los abusos del régimen, pero Ortega se muestra desafiante frente a las críticas externas.

En el plano simbólico, Ortega refuerza la narrativa del Frente Sandinista,  vinculando su ideología al Estado y reescribiendo la historia nacional. Las reformas propuestas no solo amplían el poder del Ejecutivo, sino que pretenden cimentar un legado político para Rosario Murillo y Ortega.

Aunque el régimen insiste en su legitimidad, las denuncias por violaciones de derechos humanos y fraudes electorales minan su credibilidad global. Expertos consideran que Ortega podría estar preparando el terreno para un eventual traspaso de poder familiar o su permanencia indefinida.

Dos personas aplaudiendo frente a banderas de fondo.

Este movimiento también refleja el aislamiento internacional del régimen, con Nicaragua cada vez más marginada en el ámbito diplomático. La falta de oposición efectiva, sumada al control absoluto de los poderes del Estado, deja a Nicaragua en un panorama desolador y autoritario.

Las perspectivas de cambio son inciertas, pero las críticas internas y externas subrayan la urgencia de frenar la deriva totalitaria del régimen.

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