
Morante de la Puebla: cuando el arte embiste y la historia se escribe a hombros
La opinión de Javier García Isac de hoy, lunes 9 de junio de 2025
Hay tardes que no se pueden explicar. Tardes que no caben en una crónica, que no admiten estadísticas ni trofeos como medida. Hay momentos que no se cuentan: se sienten, se viven, se lloran. Lo que ocurrió este domingo en Madrid no fue simplemente una corrida de toros. Fue un acontecimiento cultural, emocional y patriótico. Fue la coronación de un torero de época. Morante de la Puebla salió por la puerta grande de Las Ventas, pero lo verdaderamente histórico comenzó después.
Veinticinco años después de tomar la alternativa, Morante no solo toreó: nos recordó por qué el toreo es arte, rito y esencia de España. Fue llevado a hombros desde la plaza hasta su hotel en la calle Velázquez, entre vítores, lágrimas, banderas de España y una multitud entregada, sobre todo jóvenes. Porque sí, a pesar del silencio cobarde de tantos, el toreo sigue vivo, y late con fuerza en las nuevas generaciones. Ayer se vivió un fenómeno que desborda lo taurino. Lo que vimos en Madrid fue la afirmación de una identidad cultural que no se resigna a morir.
Morante no es un torero cualquiera. Como los genios de verdad, es capaz de lo mejor y de lo peor. No siempre torea, pero cuando lo hace —cuando de verdad sucede—, el mundo se detiene y el milagro se produce. La faena de la histórica corrida de la prensa de hace unos días permanece grabada en mi retina. Y lo de este domingo fue el colofón, la apoteosis, la culminación de una carrera de luces y sombras, de pinceladas y brochazos, pero siempre con el aroma de lo auténtico, de lo eterno, de lo clásico.
Morante pertenece a esa estirpe que no se mide por orejas ni por estadísticas. Es un torero de época, de inspiración, de los que torean con el alma y por necesidad interior, como lo fueron Antoñete, Curro Romero, Rafael de Paula o el maestro Dámaso. Él no entiende de faenas mecánicas, ni de tauromaquia de laboratorio. Lo suyo es arte puro, y como todo arte verdadero, incomoda a los técnicos, desarma a los fríos y desconcierta a los mediocres.
Lo del domingo fue algo más: fue un acto de reivindicación cultural. En un país donde se persigue la excelencia, donde se insulta lo nuestro y se pretende borrar nuestra memoria y tradiciones, Morante puso a España de pie. El torero de La Puebla del Río nos emocionó, nos devolvió la fe y nos recordó que no todo está perdido. Que mientras haya arte, mientras haya pasión, mientras haya toreros como él, España no está muerta.
Su paseo a hombros por las calles de Madrid no fue una simple ovación al artista. Fue un grito silencioso pero rotundo en defensa de nuestras raíces. Fue un canto a la libertad, a la emoción, a la belleza. Fue un clamor colectivo contra la vulgaridad, contra el pensamiento único, contra la ideología que pretende uniformarlo todo y eliminar aquello que nos hace únicos.
Morante no es perfecto, y por eso mismo es arte. Es humano, imprevisible, genio y figura. Es capaz de no estar o de estar por encima de todo. Y cuando se eleva —como ayer—, no hay quien lo alcance. En una época de grises y tibios, su figura resplandece como una llamarada de verdad.
Ayer no fue un día más. Fue una página gloriosa de eso que llamamos Fiesta Nacional, y que tan pocos entienden y tantos desprecian sin conocer. Lo que vivimos en Las Ventas y en las calles de Madrid fue historia viva del toreo. Ayer, Morante nos enseñó que todavía hay héroes, que aún hay arte, que España —pese a todo— sigue siendo capaz de emocionarse con lo eterno.
Y tras Morante, la nada. O quizá el vacío necesario para comprender la magnitud del arte. Porque cuando una faena de verdad se produce, una faena de otra época, todo se vuelve más hondo y más puro.
Gracias, Morante. Por estos veinticinco años. Por no rendirte. Por hacernos vibrar. Por recordarnos que el toreo —como España— no es una moda pasajera, sino una verdad antigua que no se puede enterrar.
Y cuando un pueblo reconoce el arte, cuando un pueblo levanta a hombros a sus valientes, es porque aún conserva el alma.
Más noticias: