La sorprendente herencia de Carlos Goyanes: Un imperio oculto sin propiedades suyas
El empresario falleció inesperadamente en Marbella, dejando a su familia un legado bien organizado
Carlos Goyanes, una figura destacada en el mundo empresarial y esposo de Cari Lapique, murió inesperadamente a los 79 años en su residencia de Marbella. El empresario, que en su juventud había seguido los pasos de su padre, el célebre productor de cine José Manuel Goyanes, se labró un nombre propio en el sector inmobiliario.
Su fallecimiento, que se produjo mientras dormía durante unas vacaciones en la Costa del Sol, dejó a su esposa y a sus dos hijas, Carla y Caritina Goyanes, profundamente afectadas. Aunque había sido sometido a una operación el año anterior para la colocación de un marcapasos, su estado de salud parecía estable. Esta estabilidad hizo que su muerte tomara por sorpresa a su familia.
Era el mejor padre y abuelo que se pueda tener. Estamos muy tristes, comentó Carla Goyanes
Visiblemente desconsolada, tras la incineración de su padre en el tanatorio de San Pedro Alcántara. Sin embargo, el dolor por su pérdida se alivia con la certeza de que el legado empresarial de Carlos Goyanes estaba perfectamente organizado, evitando cualquier tipo de complicación.
Cari Lapique, quien ha sido la compañera de vida de Goyanes durante las últimas cinco décadas, ya llevaba años al frente de la empresa familiar.
Esta compañía, fundada en 1989, ha logrado mantenerse sólida en el tiempo. Según datos de Vanitatis, la empresa cuenta con un activo de 1,5 millones de euros, y el año pasado obtuvo un beneficio de 175.000 euros. Estas cifras reflejan la estabilidad financiera del negocio familiar.
El resparto de la gran fortuna
El reparto de la herencia de Carlos Goyanes no debería presentar mayores problemas, gracias a la planificación meticulosa que había hecho el empresario.
A diferencia de otros casos mediáticos, como las herencias de María Teresa Campos o Carmen Ordóñez. Donde las disputas familiares y los problemas legales han sido protagonistas, en el caso de los Goyanes todo parece estar bien atado.
Cari Lapique y sus hijas son las herederas universales de la fortuna, lo que garantiza que el proceso de reparto se lleve a cabo de manera sencilla y sin complicaciones. Un detalle significativo es que, en el momento de su muerte, Carlos Goyanes no tenía propiedades a su nombre. Esto, según Vanitatis, es una de las claves que facilitarán el proceso de herencia.
El empresario poseía únicamente el 18% de un local comercial en Madrid, una participación que compartía con sus hermanos. Esta estrategia, lejos de ser una casualidad, parece haber sido una decisión consciente para evitar las complicaciones que suelen surgir cuando las grandes fortunas incluyen numerosos bienes inmuebles.
El patrimonio inmobiliario de la familia Goyanes incluye el piso en el madrileño Paseo de la Habana. Donde residían Carlos y Cari, así como el chalet en una exclusiva urbanización de Marbella, lugar donde el empresario falleció. La ubicación de este chalet no es casual.
Ya que la Costa del Sol era el refugio elegido por el matrimonio para disfrutar de una vida tranquila, rodeados de familiares y amigos. Entre ellos, figuras tan conocidas como Amaia Salamanca y Rosauro Varo, sus vecinos.
En los últimos años, Carlos Goyanes había dejado atrás los duros momentos vividos durante su breve estancia en prisión. Desde entonces, se centró en su familia, especialmente en sus cinco nietos, quienes eran su mayor orgullo.
La socialité e hija de los vizcondes de Villamiranda, Cari Lapique, siempre ha presumido de tener una familia ideal. Ahora, deberá continuar adelante con el legado de su esposo, asegurando que la transición sea tan tranquila como lo fue la vida que compartieron.
El fallecimiento de Carlos Goyanes ha sido un golpe duro para su familia. Sin embargo, deja tras de sí un ejemplo de cómo gestionar un imperio sin dejar cabos sueltos. Asegurando así un futuro sin problemas para sus seres queridos.
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