Pociones de amor
El uso de pociones de amor en general no descarta el uso de otro tipo de rituales mágicos como amarres de amor
Las pociones de amor son compuestos de distintos componentes mágicos que ofrecen propiedades de afectación emocional duradera sobre las personas que las emplean. Las pociones de amor se dividen en diversos tipos, según su método tipo de actuación. Entre estos tipos se incluyen las pociones de consumo y de aplicación, ambas de las cuales se dividen a su vez en pociones de amor de uso mutuo, directo o diferido.
Las pociones de amor vienen utilizándose desde hace milenios por variedad de culturas, especialmente aquellas con una mayor tradición y sabiduría mágica. Entre las culturas que han hecho un uso de este tipo de pociones se incluyen los sumerios, los egipcios, los babilonios, los persas, las dinastías chinas, los tamiles de la india, los mayas y los celtas.
El uso de pociones de amor en general no descarta el uso de otro tipo de rituales mágicos como amarres de amor, o diversos hechizos de dominación. En ocasiones las pociones de amor pueden formar parte de estos rituales, pero en otros casos pueden contradecir con estos y tener efectos indeseados. Las pociones de amor más poderosas son aquellas que se emplean conjunta y voluntariamente por ambos miembros involucrados en la relación. En estos casos la única forma de romper sus efectos es con hechizos de separación.
Los elementos clave de la mayoría de las pociones de amor son el jazmín, la vainilla la rosa, o en un plano más elevado, la lavanda. El uso de estos tres elementos se remonta a hace milenios y se encuentra ya presente en la mayoría de las tradiciones ya descritas. Cada uno de los elementos ofrece distintas propiedades a la poción, pero es la combinación de ellos que ofrece los efectos irresistibles de las pociones de amor.
Cada uno de los distintos elementos de la poción de amor tiene distintos significados. Las propiedades de cada uno de ellos son complejas y dependen además del tipo de elemento, la temporada de recogida y el ciclo lunar de su uso, entre otros factores. Sin embargo, como vista general, sus efectos y propiedades pueden resumirse de la siguiente forma:
El jazmín posee un olor distintivo e intenso capaz de inducir euforia tanto en hombres como en mujeres. El jazmín simboliza los órganos sexuales masculinos, y es un elemento clave en las pociones de amor desde hace milenios. El jazmín está especialmente presente en las tradiciones mágicas y alquímicas del mundo árabe, persa, turco y del sur de Asia.
La rosa es uno de los símbolos más universales del amor. Las rosas pueden ser de multitud de colores, si bien para las pociones de amor se prefieren aquellas de todos rosas a granates. La forma de sus flores y suavidad de sus pétalos representa los órganos sexuales femeninos. Las rosas deben emplearse en su forma fresca, a ser posible recién cortadas. Para algunas pociones se emplean los capullos a punto de florecer. En ningún caso se deben emplear rosas secas o marchitas.
La vainilla con su olor intenso, penetrante y cálido representa la unión entre ambos sexos. Debido a sus propiedades relajantes y afrodisíacas han sido utilizadas desde hace milenios en remedios para incentivar el apetito sexual de los amantes. La vainilla es especialmente relevante en las tradiciones mágicas del Nuevo Mundo, como la de los mayas. Existen distintas variedades de pociones de amor, según que combinación de elementos emplean. Algunas añaden componentes adicionales como el arándano o el cardo, pero estas suelen limitarse a casos concretos como las pociones para que regrese o de dominación.
Las pociones de amor pueden emplearse bien mediante ingesta, generalmente en forma de infusión, o mediante la aplicación, en forma de pasta. A continuación os mostramos un ejemplo de preparación de cada una de ellas:
En el caso de la infusión, deben tomarse tres pétalos de rosa fresca, una cucharada de extracto de vainilla y tres estambres de jazmín. Se pone a hervir el contenido de dos vasos de agua y una vez hierba se añaden los elementos de la poción de amor. Se deja hervir hasta que la mitad del agua se haya evaporado (quede aproximadamente un vaso de agua). Entonces se retira del fuego y se deja enfriar.
Para el caso de querer usarse el ungüento como poción de amor, se debe dejar la infusión reducir hasta quedar solo un culo de agua. En ese punto se deben añadir dos cucharadas de harina rallada de trigo y mezclar hasta que se forme una pasta. El siguiente punto es el de la administración, dónde existen tres formas aplicables a las pociones de amor:
Mutuo: la poción de amor se administra a ambas personas de la pareja al mismo tiempo. Este es el modo más efectivo, especialmente si ambos miembros so conscientes de sus efectos. En otros casos, puede ofrecerse como una infusión normal o dar un masaje con el ungüento y esperar a sus efectos.
Directo: la poción de amor se administra únicamente a la persona que se desea enamorar. Este método es también efectivo, y es una alternativa viable al método mutuo.
Diferido: en este caos la poción de amor solo se administra a la persona que la prepara. Esta es la variedad menos efectiva, pero puede resultar suficiente en casos en los que no hay demasiada distancia entre la realidad y la situación que se busca alcanzar.
Las pociones de amor deben realizarse siempre manteniendo el respeto a los elementos empleados y a aquellas entidades que se quiere que intercedan en su efectividad. Es recomendable realizarlas en la intimidad del domicilio, vistiendo rompas limpias y manteniendo nuestras manos limpias cuando manipulemos los alimentos. La poción no debe ser rechazada ni escupida, salvo que alguno de los elementos parezca estar en mal estado. Se debe evitar hacer muecas o expresiones de desagrado en caos de que su sabor resulte demasiado fuerte.
Si se realiza correctamente, el efecto de la poción de amor es casi inmediato, generalmente entre cinco y treinta minutos. En el caso de la ingesta mutua de la poción es preferible que ambas personas permanezcan juntas durante este tiempo. En caso de querer iniciarse una relación, es ese período de tiempo en el que resulta más indicado dar ese primer paso.
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