
Salud y biotecnología en Europa: entre la esperanza, los retos y la ética
Nuestro conocimiento sobre la complejidad de los procesos biológicos crece constantemente
La biotecnología aplicada a la salud y a las ciencias de la vida representa una fuente de esperanza para los pacientes que padecen enfermedades, muchas de ellas aún sin tratamiento, y marca una transformación profunda en la forma de desarrollar y producir medicamentos.
Nuestro conocimiento sobre la complejidad de los procesos biológicos crece constantemente, lo que nos permite detectar con mayor precisión las anomalías que requieren intervención y aprovechar dichos procesos para mejorar la salud. Desde la producción de medicamentos biológicos hasta el desarrollo de terapias avanzadas, el potencial de la biotecnología es inmenso.
Europa, con España como uno de sus referentes, ocupa una posición destacada en la investigación en este ámbito. Sin embargo, existen importantes barreras que dificultan la transformación de los avances científicos en aplicaciones concretas. La complejidad regulatoria, los obstáculos burocráticos, las exigencias medioambientales, la escasa financiación, los riesgos en la protección de la propiedad intelectual, la inseguridad jurídica y la falta de incentivos a la innovación han provocado un estancamiento del sector en nuestro continente. Mientras tanto, regiones como Estados Unidos o China avanzan con mayor rapidez en el desarrollo y producción de medicamentos biotecnológicos.

Por ello, resulta urgente crear un entorno atractivo que nos permita recuperar el liderazgo. Disponemos del talento de profesionales altamente cualificados, de una rica tradición científica y de una cultura profundamente comprometida con la dignidad humana.
No obstante, aunque la biotecnología ofrece enormes oportunidades, también plantea riesgos. Es necesario actuar con prudencia, respetando tanto el orden natural como los principios fundamentales de la bioética. Existen límites claros y ampliamente aceptados, como la prohibición de modificar la línea germinal humana, la inadmisibilidad de cualquier forma de discriminación genética y la exigencia de que las intervenciones tengan un fin terapéutico, no de mejora artificial.
Es esencial agilizar los procesos regulatorios y de autorización sin comprometer, en ningún caso, el equilibrio entre beneficio y riesgo, que sigue siendo un requisito indispensable para la aprobación de medicamentos y tratamientos avanzados. Estos tratamientos implican procesos de producción personalizados, distintos del modelo industrial tradicional, en los que los hospitales y sus servicios de farmacia asumen nuevas responsabilidades en cuanto a recepción, fabricación y distribución.
La confianza entre los distintos actores del sistema es clave para construir en Europa un entorno propicio para estas terapias, que deben ser acogidas con esperanza, no con temor. Para lograrlo, es necesario corregir errores del pasado, revisar críticamente la gestión sanitaria durante la pandemia de COVID-19 y asumir responsabilidades.
Hablar de salud es hablar de personas: pacientes y sus familias. Las dudas y preocupaciones son comprensibles y legítimas. Generar confianza, más que imponer, es siempre el camino hacia el respeto de la libertad.
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